Cuando estudiaba bachillerato se me planteó el dilema de querer saber qué estudiar, ¿qué ser de mayor ? Solo hasta que probé el vuelo sin motor supe lo que de verdad me haría feliz profesionalmente por el resto de mis días.
Sabía que no quería tener un trabajo encerrado entre cuatro paredes, siempre con los mismos compañeros y haciendo trabajo rutinario y de oficina. Con todos mis respetos para esas labores, es algo que siempre rechacé. Tengo una personalidad que no sirve para esa vida. Me gusta la luz, el aire en la cara y cambiar mucho de lugar. Con el paso del tiempo, y con mucho esfuerzo, conseguí mi meta vital y ahora aquí estoy: sentado a la izquierda en la cabina de un flamante avión que con los colores de la Compañía a la que yo quería pertenecer desde siempre, nos lleva a ustedes, a la tripulación, su equipaje – y hoy unas 9 toneladas de cuero para tapicerías de coche – hacia Madrid.
Una ruta que he volado cientos de veces, un avión que he volado bastantes veces ya, unos procedimientos que son siempre los mismos, una comida que sabe igual que siempre, con el mismo uniforme… ¿ Y dónde está esa lucha contra la rutina de la que les hablaba anteriormente ?
Esa pregunta tiene fácil respuesta: no hay dos vuelos iguales.
Hoy despegamos por la pista 24 y hemos tenido que hacer un viraje de casi 180 grados para poner rumbo a España, y hacer que este pájaro metálico de 233 toneladas gire de esta manera con mis manos es algo muy gratificante y bonito. La meteorología cambia, el peso del avión es distinto, la ruta planeada hay que cambiarla mientras volamos, ustedes son siempre diferentes, la tripulación que me acompaña es siempre cambiante, la cantidad de combustible que llevamos siempre varía, y eso afecta el cómo se comporta el avión volándolo a mano.
El controlador cambia y sus voces por el altavoz alteran el tono de las conversaciones. Los cruces con otros aviones, los amaneceres, las puestas de Sol, las nubes, la Luna… todo cambia.
Es imposible que nada se repita al 100%. Recuerdo hace años volando el B-727 haciendo puentes aéreos, algunos días realizábamos 6 en mediodía y a pesar de que tanto Madrid como Barcelona son los mismos, no había nada que hiciera cada vuelo igual a los demás.
Y esto es parte de la magia de esta forma de vida que unos cuantos hemos elegido para ser felices y que para otros pudiera ser insufrible.
Estamos ya a tan solo 3 horas de Madrid y a pesar del pronóstico de turbulencia que teníamos sobre San Fernando de Noroña, hemos conseguido que el avión no se mueva prácticamente nada, teniendo previsto llegar a destino unos 35 minutos de adelanto sobre el horario previsto y ahorrando bastante combustible. El avión se está comportando fantásticamente y lo que nos queda de vuelo seguirá igual.
Muchas gracias por acompañarnos hoy y espero volver a verles pronto.
Francisco Juan
López Medina


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