Buenas tardes.Hoy, desde un punto en mitad del Atlántico, de camino a un país muy cercano al nuestro pero que ahora mismo está pasando por una etapa “poco buena”.
Volamos 39000 pies, o lo que es lo mismo a 11.890 metros sobre el agua. ¡Casi 12 kilómetros!. Me gustaría que hicieran un ejercicio mental y buscaran en su memoria un lugar que esté a esa distancia desde sus casas y después piensen en esa misma longitud pero en línea recta hacia el Sol…
Ahí arriba estamos… y desplazándonos a 870 km/h, nada más y nada menos.
Todo va perfecto, casi no nos hemos movido, y para las horas que nos quedan no preveo ninguna turbulencia. El avión está al 100 por 100 y nuestro aeropuerto de destino se encuentra bien y sin meteorología adversa. Por lo demás, estamos ahorrando casi 1000 kgs de combustible y unos 15 minutos sobre lo planificado.
Ustedes han disfrutado de su almuerzo y ahora algunos duermen y otros ven alguna película en las pantallas. Lo cierto, es que todo está funcionando como debe ser.
Ayer, una amiga muy cercana me preguntaba sobre una parte del vuelo que pasa normalmente desapercibida. Ella es una estudiante de medicina que tenía que atender a un seminario sobre los efectos de la presión atmosférica sobre el cuerpo humano en altura y bajo el mar, y de ahí su interés en lo que yo pudiera aportarle sobre una parte de su estudio.
El interior del avión, mientras volamos, está fuertemente inflado con aire que se saca de los motores antes de «polucionarlo» con combustible. Lo cierto es que este aire se acondiciona antes de entrar en el avión para que cumpla con dos parámetros importantes: temperatura y humedad. Pero por encima de estos dos datos que revierten en la comodidad, existe uno que es realmente importante: la presión.
A medida que el avión asciende hay que presurizarlo para mantener una atmósfera en el interior que sea respirable. Mantenemos una diferencia entre el interior del avión y el exterior, que ronda las 8 atmósferas de presión. Es decir, dentro del avión hay más presión que fuera, ya que conforme nos alejamos de la superficie de la Tierra, desciende la presión atmosférica llegando a un punto donde es irrespirable por la falta de oxígeno.
Obviamente, un avión de estas características supera ese punto con creces.
Claro está que ese aire a presión hay que reciclarlo para evitar una intoxicación por monóxido de carbono, así que según entra el aire, lo dejamos salir pero de una manera controlada para mantener, con unas compuertas que se abren o cierran a demanda, una presión cercana a la del suelo. Sería muy difícil mantener la presión del nivel del mar porque habría que reforzar mucho la estructura del avión haciéndolo muy pesado para el vuelo.
Al subir el avión, la altitud relativa en el interior (la nuestra) también varía, más lentamente y dentro de límites obviamente, con un máximo que ronda los 2000 metros. Nuestro cuerpo al estar compuesto por fluído en su mayor parte, también sufre lo que la estructura del avión: nos “hinchamos” y “deshinchamos” cada vez que el avión sube o baja.
Esto a ustedes les ocurre algunas veces en su vida, pero a quienes trabajamos en esto, nos afecta en la salud ya que son miles las veces que lo padecemos a lo largo de nuestra vida profesional.
Resumiendo: la presión interior del avión equivale a una altitud de unos 2.000 metros mientras que fuera volamos casi 12 mil.
Mi amiga me preguntó: ¿Qué pasa si se rompe una ventana en este momento ? Pues se oiría un fuerte estampido a través de la ventana rota, las presiones se igualarían, nuestros oídos harían un fuerte «Pop» y la humedad del interior del avión se condensaría en una densa niebla que desaparecería a través del agujero casi inmediatamente…. Y mucho frío ya que ahí fuera estamos a -62 grados centígrados.
El avión va equipado con cientos de sensores, y uno de ellos mide la presión dentro del avión. Ante una circunstancia como esa, detectaría que el aire es irrespirable por la falta de oxígeno, y haría saltar la mascaras para que ustedes pudieran respirar un rato. Las azafatas están entrenadas para ayudarles a ponerse las máscaras y así, muy posiblemente, salvarles la vida.
Los pilotos tenemos otro sistema de oxígeno independiente, pero que funciona igual, y nos pondríamos unas máscaras parecidas pero adaptadas al vuelo, e inmediatamente tomaríamos control del avión para descender con celeridad hasta una altura que sea respirable para todos. Todo esto antes de que se acabe ese «rato» que tienen ustedes de oxígeno por supuesto.
Y después…¿ qué haremos ?
Eso se lo explico en otra ocasión, porque ya son muchos los que me miran con cara de sueño y diciendo que el comandante se está enrollando mucho por el altavoz.
Muchas gracias y disfruten del vuelo.


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