Muy buenas tardes señores pasajeros.
Corría el año 1995 y sentado a la derecha en una pequeña Cessna 172 acompañaba a algún estudiante de piloto que sentado a mi izquierda hacia las maniobras que habíamos preparado un rato antes en una de las salas de la escuela de vuelo.
Volábamos al sur de Massachusetts cerca del Cape Cod con mucha tranquilidad en aquella tarde de invierno fría y luminosa. Mientras el alumno prestaba atención a los controles y se esmeraba en mantener el rumbo fijo y la altitud constante durante las prácticas de tráficos alrededor de un pequeño aeródromo no controlado, yo abrí la escucha de la radio del control que estaba en capas más altas a nuestra área. Era el control de New York, y mientras hacía pequeñas señas a mi alumno, que era muy bueno y no necesitaba mucha corrección , seguía con la oreja puesta en la radio de los «grandes aviones».
De repente oí las palabras mágicas en un acento inconfundible : «Iberia 6251 requesting descent». Allí estaba de nuevo aquella voz tan lejana y tan cercana. Allí estaba mi meta, mi España, mi sueño, allí quería estar yo. Por aquellos años mi mejor instructor trabajaba aún en la Compañía y precisamente en aquella flota que iba a Norteamérica a diario con nuestra bandera como insignia. No pude evitar la tentación y les llamé. Estoy seguro de que se asombraron cuando recibieron una llamada casi sobre Long Island de alguien que se dirigía a ellos en español. Pasamos a otra frecuencia entre aviones, y allí estaba yo hablando con una de aquellas grandes unidades y desde otro avión, casi de tu a tu, preguntando si por un casual iba a bordo mi padre.
Fueron años de mucho aprendizaje tanto vital como profesional, de mucha lucha y de grandes sueños. Atrás quedaron muchos recuerdos, vivencias de todo tipo tanto familiar como laborales, el principio de una vida de adulto. Y hoy aquí estamos de nuevo llegando a New York, pero esta vez soy yo el que va en el avión grande y además sentado a la izquierda. Si ahora me llamara por la radio un chaval en español como hice yo más de una vez en aquellos tiempos, seguro que me daría un vuelco el corazón.
El tiempo es bueno, hace frío como es normal en esta época del año y aun se ven los restos de las últimas nevadas. Nos espera un JFK luminoso, porque aunque sea tarde, estamos llegando a una ciudad con mucha luz y mucha actividad. La pista en servicio es la 13L, y esto a ustedes les parecerá una dato más, pero no es una aproximación normal.
Hace unos días les hablaba de lo mucho que significaba para mí el ir por primera vez como comandante a Buenos Aires. Fue una mezcla de sentimientos tanto profesionales como personales, pero entre todos los destinos a los que he ido creo que solo New York tiene la suma del reto profesional y el recuerdo personal que hace de éste el destino más significativo para mí.
Orográficamente no tiene mayores problemas, y meteorológicamente ofrece lo que toda Nueva Inglaterra, de inviernos duros, pero que no son grandes dificultades para nosotros. Lo que lo hace tan especial, es que hay un tráfico muy denso, de todos los países del mundo, de cualquier destino del planeta hay aquí alguna aerolínea …
Aquí vi varias veces a los Concordes franceses e ingleses, aquí viví el 11S, y hace muchos años, dormí en una de estas terminales durante una de esas nevadas salvajes que se dan de vez en cuando. Fue JFK donde pisé por primera vez Estados Unidos y aquí vi aquella desparecida ya terminal de la TWA. JFK tiene una carga en las frecuencias de radio y en ese acento americano que hace que sea un reto el solo mero hecho de entenderles.
Y hoy muy posiblemente hagamos una aproximación de las que hace de este destino uno de los especiales ya que hay muy pocas en el mundo: la Canarsie VOR 13L. Y ustedes se preguntarán qué tiene de especial esta entrada, pues que hoy en día con tanto GPS, ayuda a la navegación y mundo tecnológicamente avanzado, resulta que al llegar a cierto punto de la aproximación hay que seguir una línea de luces que están sobre los edificios y las casas y nos guían hasta la pista de una manera muy rudimentaria y básica que lleva años siendo así y que funciona.
Es una aproximación que nos llama la atención porque literalmente es volar el avión hasta el suelo en un viraje de 90 grados muy cerca de los techos y solo vemos la pista con certeza del aterrizaje cuando estamos sobre un hotel y a unos muy pocos kilómetros del umbral de la pista.
Y hoy me toca a mí y sé que él se siente muy orgulloso de verme aquí haciendo esto para ustedes.
Bienvenidos a New York


Deja un comentario