Buenas tardes señores pasajeros. Un vuelo más, una tarde más con la inacabable puesta de Sol ante nosotros y de camino al Triángulo de las Bermudas.
Hace unos días me dieron una idea sobre mi próximo blog y aquí estamos con ella. Era a principio del verano de hace unos años ya, cuando tras una fase de intenso y breve entrenamiento, empecé a volar como comandante en un avión comercial con pasajeros. Quizás alguno de ustedes iba conmigo en aquellos primeros vuelos bajo la atenta supervisión de los instructores y capacitadores que me acompañaron y de los que tanto aprendí en aquellos primeros meses.
Recuerdo que mi primer vuelo fue en un A-321, un Madrid-Milan, y desde el primer minuto hasta el final todo, absolutamente todo, me parecía de juguete, pequeño. Yo venía de volar unos aviones bastante más grandes en los que, básicamente, había estado 14 años cruzándome el Atlántico muchas veces al mes. En esos vuelos las cifras de combustible, tiempo, distancias, pasaje, pesos y demás siempre son grandes, (112000 kgs de combustible a veces para ir a Chile por ejemplo, 14 horas de vuelo, 370 pasajeros, miles de millas… )
Así que cuando llegue a las flotas pequeñas todo me parecía menudo. Ir a Milán y volver en el mismo día me parecía divertido, ¡y lo era!. Los continuos cambios de frecuencia de radio por Europa, la rapidez de las escalas donde no hay tiempo que perder, el intenso tráfico que hay en las áreas terminales… Todo nuevo para mí ya que hacía mucho tiempo que no iba a esos destinos.
Una tripulación jovencita, mi primer briefing como comandante, el auto despacho de la documentación… y finalmente vamos al avión. Detrás de mi sonrisa mucha concentración… por fin termina el embarque, mi primera hoja de carga, puesta en marcha y rodaje del avión… Se sentía ligero, ágil, con ganas de volar… ¡Yo también!.
Mi instructor me iba recordando detalles importantes. Qué gran labor y paciencia tuvieron y tienen conmigo, porque la labor de aprendizaje nunca acaba en esta vida.
Entrando en pista un flash vino a mi mente y dediqué un segundo a mis padres, mi mujer, mis hijas… nuestra familia… Autorizados a despegar le di las gracias a mi instructor y apliqué potencia a los motores. Solté frenos al 50% de potencia y comenzamos la carrera de despegue…¡100 nudos!
¡ V1! …. ¡ Rotación! Y por primera vez con mi mano izquierda, como si de un bebé se tratara, moví la palanca suavemente pero con decisión hasta que se levantó la rueda de morro y casi inmediatamente todo el avión volaba. Al momento pedí la retracción del tren de aterrizaje y a volar….
Estuve volándolo a mano un buen rato, más de lo normal. Quería sentirlo, acostumbrarme a la velocidad de reacción de los mandos. Era otra forma de volar, era mucho más ágil, más rápido y nervioso que los pesados a los que estaba acostumbrado. Subía como un cohete para mi gusto.
Y así nos fuimos hasta Milán. Y ahora tocaba aterrizar por primera vez. Sabía que el mayor escollo a superar sería ese punto en el que ya cerca del suelo comenzamos a frenar el descenso para aterrizar suavemente y donde queremos en la pista. En un avión grande ese punto de “recogida” comienza a unos 45 pies, mientras que en un A-321 era mucho más abajo, mucho más cerca del suelo. Hay poco margen de maniobra y corrección en esos escasos segundos antes del aterrizaje. Si la recogida no se hace en el momento exacto lo peor que puede pasar es que “suframos” un aterrizaje fuerte o positivo.
La suerte del novato, y la ayuda de mi instructor, hizo que me saliera un aterrizaje bastante bueno. Por fin ya en tierra, primer vuelo superado ¿Calma? Pues no, en la carrera de frenado un ave se metió en el motor 2 pero tras la inspección en el parking por parte de los técnicos de mantenimiento pudimos regresar sin problema y puntuales hacia Madrid.
Y así comenzaron un par de meses de instrucción bastantes intensos, cumpliendo con un programa de formación completo que me llevo por los destinos más complicados como la cornisa del Cantábrico, algún destino en Africa, Londres, etc…
Por fin ya me dicen cuándo será mi “vuelo de suelta”. Este vuelo es importante, muy importante. Es el vuelo tras el cual un inspector me firma un documento que me acredita como comandante sin limitaciones. Así que a partir de ahí ya soy uno más.
Siendo tan especial como lo es, invité a uno de los pasajeros más importantes de mi vida para compartir ese momento tan especial para mí y en aquella mañana me fui a La Coruña con mi padre sentado en la 3F. Fue un vuelo normal para todos ustedes pero en mi estomago y en el de mi padre estaban las mariposas locas y alborotadas. Al regresar a Madrid recibí la enhorabuena del inspector, el fuerte abrazo de mi padre y los papeles de mi siguiente vuelo a Paris, en el que ya fui solo con un copiloto y listo para estrenar mi nueva habilitación.
Cuando empecé a volar el sueño de mi vida era ser piloto de Iberia… ascender a la comandatura era más de lo que podía esperar. Ahora, muchos años después, no solo he ejercido como comandante de A320, sino que superada esa etapa estoy en el A330… a la espera de obtener la doble habilitación con el A340…. y haciendo cola para pilotar no tardando el A350… Escalando poco a poco con esfuerzo, dedicación y la misma ilusión que el primer día hacia aviones más sofisticados y de mayor capacidad.
Y así fue como comenzó para mi esta nueva etapa profesional.
Hoy estamos ya llegando a Nassau y en breve comenzaremos el descenso. La Habana siempre nos recibe a oscuras con esa decadencia en sus edificios que la caracteriza y por supuesto el buen tiempo y la humedad.
Muchas gracias por venir conmigo, con nosotros, en estos vuelos.


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