Muy buenas y soleadas tardes señores pasajeros.
A priori hoy afrontábamos un vuelo normal a un país caribeño, con un cruce del Atlántico sin mayores eventos meteorológicos que reseñar, y un avión al 100% sin problemas técnicos.
Pero la vida es así de inesperada y siempre nos tiene preparada alguna sorpresa que nos da chispa y añade acción extra a la rutina.
Una de las cosas que hacemos antes de cada vuelo, o serie de vuelos con la misma tripulación, es hacer dos “briefings” entre todos. Uno lo llevan a cabo los auxiliares de vuelo con los sobrecargos, y otro todos juntos con los pilotos. Se tratan temas de toda índole desde detalles de seguridad y comerciales, hasta la asignación de los puestos de los auxiliares en caso de emergencia. Los comandantes solemos dar uno más o menos estándar y cada uno añade cosas más particulares que le parecen importantes o relevantes para él.
Un detalle en el que suelo hacer hincapié es sobre la dignidad de la tripulación: no quiero que nadie acepte ningún tipo de falta de respeto por parte de los pasajeros solo porque estos sean clientes. Hay ciertos límites que no se deben cruzar y las faltas de respeto no las acepto. El avión es un medio de transporte que se ha convertido en algo muy común y al que tiene acceso cualquiera que lo desee. Pero hay reglas, y las de convivencia y respeto no se deben romper. Me pueden llamar cursi, romántico o anticuado, y hasta clasista, pero soy de los que piensa que el viaje en avión es algo mágico, único y en cierta medida es algo reservado a unos pocos: los que estén dispuestos a cumplir con las normas y a ser posible, disfrutarlo.
Pues hoy durante el embarque me llega la noticia de que han subido a bordo dos pasajeros con evidentes signos de embriaguez. La sobrecargo, muy profesionalmente, apercibió a los dos sobre lo que les iba a pasar a partir de ese momento, y es que no se les daría ningún acceso a alcohol y estarían bajo “vigilancia” durante el resto del vuelo. Además como había algún sitio libre los separamos.
En menos de dos minutos recibimos en cabina una llamada de la parte trasera del avión, alertando de que uno de estos pasajeros estaba quejándose sobre su nuevo asiento y reclamando unos derechos que había perdido al embarcar en ese estado. En consecuencia, se le invita a abandonar el avión. Y lo hace … yo creo que sin saber exactamente las consecuencias de su paseo a la parte delantera de la aeronave.
Cuando pasó frente a la puerta de cabina, lo ví, y realmente mostraba y manifestaba una borrachera en toda regla.
Al salir del avión empezó a ponerse violento con el personal de tierra, y allí se quedó.
He de añadir que su compañero no ha dicho nada en todo el vuelo…
Por otro lado, y en un tono más tierno, al poco de despegar una señora mayor le preguntó a una azafata: “¿Cuándo llegamos a La Gomera?”, para manifestar después que ella venía de Lanzarote para ver a su sobrino a la Gomera y que había tomado esta “guagua” y quería saber cuándo llegábamos, o si se podía bajar ya…
La señora va sola, es mayor y tiene signos de Alzheimer o algo parecido. Ha pasado ya un tiempo y va tranquila tras la conversación con las compañeras. Al llegar hemos solicitado un servicio de asistencia porque no la podemos dejar así tan confusa en la terminal.
Nos quedan unas 2 horas y media para llegar y todo va según planeado, a excepción de las dos sorpresas que nos hemos llevado anteriormente. En destino la meteorología es excelente y llegaremos unos minutos antes de hora y hasta ahorrando combustible.
Aprovechen este último ratito para descansar y les recuerdo una vez más todo mi agradecimiento por volar con nosotros.


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