Buenas tardes señores pasajeros.
Un día más aquí estamos volando a Centroamérica sobre una Atlántico tranquilo y calmado, surcando una zona en la que no se mueve nada desde que despegamos de Madrid. Parece que el avión va sobre una balsa de aceite…
Dicen que la calma precede a la tempestad, y hoy vamos por delante de ella porque sabemos dónde se encuentra el huracán Leslie, hacia la mitad del océano, así que estamos dando un fuerte rodeo alrededor para evitarlo y, sobre todo, evitar la zona de influencia que hay a su alrededor en la que posiblemente sufriríamos bastantes turbulencias, algo que no queremos ninguno.
Este trabajo está diseñado para que una vez en el aire nuestra labor sea lo menos cargada y lo más ligera posible para evitar el estrés, y si en algún momento ocurriese algo de relevancia, poder atender esa nueva situación con total calma y con los máximos recursos mentales en búsqueda de que, sin desatender el vuelo, nuestra capacidad mental pueda dedicar la máxima atención al evento y poder darle una solución correcta. En tierra preparamos el vuelo y llenamos de información los ordenadores del avión, hacemos cálculos y estudios en base a las previsiones meteorológicas para optimizar el vuelo. Buscamos (y por este orden ) la seguridad, la comodidad del pasajero y la economía en el vuelo. Todo cuesta dinero y en este negocio muchísimo. No escatimamos en seguridad y constantemente hay programas, estudios y grupos de trabajo que buscan cómo hacer de la operación algo más seguro.
Como decía, en vuelo vamos simplemente observando que lo planificado se va cumpliendo, y si hay que hacer cambios, se hacen en base a la situación real del momento del vuelo. Siempre hay ajustes que hacer, cambios de rumbo para evitar formaciones nubosas, buscar el nivel de vuelo óptimo, reducir la velocidad cuando empiezan las turbulencias… etc.
Vamos con bastantes papeles y documentación observando que todo está ocurriendo según lo planificado. A veces, me acuerdo de M.A Baracus del Equipo A que siempre decía que le gustaba cuando los planes salían bien. Aquí ocurre lo mismo. De vez en cuando aparece algún auxiliar de vuelo en la cabina a comentarnos algo, preguntarnos cuánto tiempo queda para llegar u ofrecernos un café. Velan por nuestro bienestar y vigilia, especialmente por la noche.
En los trayectos cortos no hay tiempo casi para nada más que trabajar en el aire, en una constante labor de volar y preparar vuelos, uno tras otro. Es bastante más cansado y fatigador. El altavoz que no para de hablar y por el que oímos a los controladores y a todos los otros aviones, mientras estamos atentos a que digan nuestro indicativo también supone un trabajo mental constante.
En cambio, en estos vuelos largos hay mucho tiempo para charlar, leer, estudiar los manuales del avión, discutir y debatir sobre política, deportes o cualquier tema que se nos ocurra. Siempre es muy fácil compartir la vigilancia del vuelo con las otras actividades dentro de la normalidad del crucero. Por supuesto que en el momento que hay que hacer algo, inmediatamente todo se pospone para atender al vuelo. En estos trayectos sobre áreas deshabitadas como es el océano, la frecuencia de radio está silenciada ya que nos comunicamos por otros medios que son mucho más cómodos y evitan la carga de atención que supone la escucha a esa radio durante tantas horas.
Llevamos 4 horas de vuelo y ya empiezan ustedes a cerrar los ojos después del almuerzo, otros están viendo películas o leyendo algún libro. Aún nos quedan unas 7 horas para llegar a la Aurora y todo está ocurriendo según lo planeado. Una vez más muchas gracias por venir hoy con nosotros y disfruten del vuelo.


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