Buenas tardes señores pasajeros y bienvenidos a bordo.
Hoy amaneció un día precioso y soleado en casa, y de camino al aeropuerto ya se notaba que es festivo porque el tráfico era muy fluido en la ciudad y no había problemas en los sitios en que normalmente hay atascos.
Sin nubes prácticamente y con una temperatura rondando los 15º, el aire olía a otoño. Al llegar al aeropuerto y durante el briefing para nuestro vuelo, observo a nuestro copiloto con cierta cara de preocupación, pero no me dice nada. Despachamos el vuelo y a parte de una pequeña turbulencia al abandonar la península Ibérica, no hay mucho más que reseñar. Aunque nos resulta habitual y estamos acostumbrados y muy preparados para ello, no debemos olvidar que cruzar el océano es todo un hito.
El resto de la tripulación también está muy animada y contagiada por la buena energía que desprende el día, con ganas de hacer el trabajo bien, así que nos vamos para el avión. Mientras todos van comentando amistosamente en este corto trayecto por el aeropuerto, nuestro copiloto está al teléfono y por su lenguaje corporal parece estar discutiendo con alguien.
Llegamos al avión y mientras la coordinadora me da novedades sobre cómo está la operación, veo a varios mecánicos en la cabina. Cuando llego allí me dicen que ya han terminado y que han arreglado un par de cosas excepto una. Parece ser que la batería de arranque del APU funciona erráticamente y hay que arrancarlo con energía eléctrica del exterior del avión. Esto a priori no supone problema para nosotros, pero quizá si para la tripulación que recibe el avión en destino. Me explica el procedimiento que hay mandado para este caso y seguimos con la preparación de la cabina para el vuelo.
Mientras comienza el embarque voy a hacer la inspección exterior del avión encontrando todo correcto y en su sitio. Realmente hace un día fantástico para disfrutar y salir de casa, aunque nosotros nos vamos algo más allá.
Subo al avión y están embarcando ¡¡“20 sillas de ruedas”!! cosa que me llama la atención ya que normalmente no van tantas. Entro en cabina y me pongo una vez más a revisar que todo está correctamente y que nuestro vuelo saldrá en hora y sin problemas.
En esta ocasión le toca a nuestro copiloto hacer de Pilot Flying, así que llegado el momento me dá el briefing de despegue comenzando con una advertencia:
“Paco, me estoy divorciando y estoy pasando una mala racha así que perdóname si no estoy del todo bien anímicamente .”
Esto demuestra que a pesar del uniforme seguimos siendo personas y que en este trabajo es muy importante el saber aparcar las preocupaciones personales cuando se viste el uniforme. Seguidamente me da un briefing perfecto y muy profesional. Ha apagado el teléfono y su cara ha cambiado. Ahora vamos a volar y eso se nota.
Ya estamos a menos de dos horas de comenzar el descenso hacia el destino y sobre un mar azul que impresiona la vista, hago una reflexión interna sobre lo importante que es en este trabajo el saber separar y apartar de la mente los acontecimientos personales, o de cualquier otra índole, que puedan afectarnos en nuestra labor.
Este es un medio en el que asumimos riesgos constantemente y medimos el margen entre la realidad y el peligro. Dejar entrar al “malo” no es inteligente, y de ahí que estemos tan perfectamente entrenados para dividir y sectorizar nuestras mentes y poder hacer lo que hacemos. Y esto se refleja también en nuestras vidas cotidianas fuera del uniforme, porque como dice mi amiga Isa… “¡el uniforme imprime carácter!”.
Hoy parece que han peinado los cielos para nosotros. No se mueve nada el avión y vamos ahorrando unos minutos sobre el plan de vuelo y algo de combustible también. El pronóstico que tenemos es de una tarde soleada y húmeda con una temperatura rondando los 25º a nuestra llegada.
Una vez más muchas gracias por volar con nosotros y espero volver a verles de nuevo a bordo.


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