Muy buenas noches señores pasajeros.
Tras unos días de vacaciones aquí estamos de regreso a esta extraña “rutina” del trabajo en aviación, volviendo a Madrid tras unas breves horas en Panamá.
Ayer fue un día muy raro y agotador ya que nuestro avión había estado en los hangares de la compañía recibiendo los mimos de nuestros mecánicos e ingenieros durante unas revisiones rutinarias y programadas, pero por alguna razón, que aún desconozco, no estuvo listo para nuestra hora del vuelo. De tal manera que, a pesar de estar toda la tripulación y el resto de personal necesario para el vuelo completamente listos, no pudimos embarcar hasta muy tarde.
La principal consecuencia de esto es el mal sabor de boca que me queda por no poder cumplir con lo prometido y tener que estar dando disculpas por un evento tan desafortunado. Pero aún así siempre intentamos dar lo mejor de nosotros y conseguimos llegar a destino recibiendo la enhorabuena y agradecimientos de muchos de ustedes.
Fue para nosotros un día realmente largo que en mi caso comenzó a las 8 de la mañana y acabó en la habitación del hotel, al otro lado del Atlántico, casi 24 horas después. A pesar de haber descansado y dormido en varias ocasiones a lo largo de la jornada, ha sido un regreso al trabajo bastante ”intenso”.
Miro a mi izquierda, ya es de noche, y veo en la lejanía las luces de Punta Cana mientras abandonamos el mar Caribe y casi entramos en el Atlántico. Hoy está muy oscuro ya que tan solo hay un cuarto de Luna y se ve muy poco ahí afuera. Todo está funcionando realmente bien con nuestro avión y, mientras ustedes acaban de cenar, estaba yo recordando que hace unas semanas me preguntaba alguien sobre el porqué de esta actitud que mantienen los aviones en vuelo, que parece que están subiendo aunque realmente no lo están.
Lo cierto es que nada es por casualidad y todo tiene una razón y un porqué. La verdad es que cuando uno camina desde la parte trasera del avión hacia el morro, pareciera como que efectivamente estamos subiendo. Parece que el suelo esté inclinado hacia arriba. Pero en cambio el avión lleva un vuelo nivelado. Ahora mismo estamos manteniendo 36 mil pies y en el horizonte artificial veo que tenemos una actitud de 2,7 grados de morro arriba. Pero no subimos.
Esto se debe a que, cuando los ingenieros aeronáuticos comienzan con la elección del ala para el avión que van a diseñar, buscan entre todas las posibilidades que existen en el catálogo NACA (National Advisory Commitee for Aeronautics, organismo antecesor de la actual NASA) que cumpla con unos objetivos de eficacia determinados. Normalmente todas las alas cuanto mayor velocidad mantienen en vuelo, menor es esa actitud positiva con lo que “penetran” mejor y vuelan, o se sienten que vuelan más fino. En el fondo es una cuestión física por la que necesitan menos grados para mantener la misma altitud al aumentar la velocidad.
Si esa velocidad es constante, los grados de morro arriba van variando, van bajando según va variando el peso del avión con el consumo de combustible. De tal manera que según avanza el vuelo si pudiéramos cambiar el centro de gravedad del avión, conseguiríamos optimizar la eficacia del ala adaptándonos a esos cambios de actitud del ala. En el caso de nuestro avión, esto lo hacemos moviendo el combustible entre los diferentes tanques: entre la cola del avión y los tanques principales y también entre los tanques exteriores de las alas y los centrales.
Parece sencillo, pero es un continuo cálculo en el que no solo tomamos en cuenta el peso del avión, sino la altitud, la velocidad y la temperatura exterior. Hay unas tablas con las que podríamos guiarnos, pero también hay unos ordenadores que nos facilitan el trabajo y lo hacen de una manera automática casi transparente a nosotros. La verdad es que solo notamos la magnitud de su eficacia cuando falla algo y vemos cómo se penaliza el consumo de combustible. Muy raras veces ocurre.
Quizás me he liado un poco hoy pero es algo sencillo de comprender al verlo actuar en vuelo, como ahora que llevamos 5 toneladas de combustible en la cola y el centro de gravedad se mantiene en el 35% de la cuerda del ala, y eso está dentro de los márgenes para estos momentos, aunque para el despegue solemos llevar unos 2400 kgs en la cola y un centro en torno al 30% que durante el vuelo vamos variando como decía, para optimizar el perfil del ala en búsqueda de su mejor actuación.
Hoy es un vuelo especial, como todos, pero en más si cabe para una compañera nuestra ya que se incorpora al trabajo después de estar casi un año sin volar tras superar una mala enfermedad. Es maravilloso ver el brillo en sus ojos por la emoción de volar de nuevo, de haber superado “eso”, por las dudas ante el saber hacerlo bien y sobre todo la esperanza de volver a la normalidad. Que frágiles somos.
Nos quedan unas 7 horas de vuelo aún para llegar a casa, son las 3 de la mañana en Madrid, ya tenemos la autorización oceánica para el cruce y estamos listos para la parte más tranquila del vuelo. Creo que vamos a cenar ahora y después aprovecharé para darme una vuelta por el avión y estirar las piernas.
Madrid está mucho más frío que Panamá así que espero lleven ropa de abrigo porque vamos a pasar de 31ºC a tan solo 0º. El consuelo es que a pesar del frío será un día espléndido de luz y luminosidad invernal propio de estos meses en Europa.
Una vez más muchas gracias por volar con nosotros y bienvenidos a España.


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