Muy buenas noches señores pasajeros. Esta noche la escasa Luna que se deja ver nos ilumina un poco el camino y nos ayuda para ir evitando las tormentas que hay al este del Caribe. Desgraciadamente el aire está algo revuelto y no encontramos aún la zona de calmas que tanto deseamos por su bienestar y comodidad, pero según los pronósticos que nos dieron antes del vuelo, en una media hora todo será como una balsa de aceite. Solo queda esperar y evitar las peores zonas con ayuda del radar y la Luna.
Este que les habla es el comandante del vuelo, el que toma las decisiones importantes, el que tiene muchos cometidos y es responsable de llevarlos a cabo o delegar en algún compañero para que se encargue de dicha tarea. Todo con el fin de cumplir con la meta prometida por nuestra empresa, que es llevarlos de un lado al otro del Atlántico con seguridad, puntualidad, comodidad y eficacia.
Pero “yo” sigo siendo “yo”.
Y ustedes quizás se preguntan el porqué de esta reflexión. Últimamente me han llegado varios mensajes en los que me califican como una persona con “un ego elevado”. Y no sé si eso es bueno o malo. Es cierto que el medio ambiente en el que nos movemos tiene una estructura piramidal en la que los problemas, sus soluciones y las consecuencias recaen siempre en un líder del equipo o jefe o encargado. En mi caso todo pasa por el visto bueno del comandante y esta labor de estar supervisándolo todo imprime carácter.
Inevitablemente al bajarnos del avión y quitarnos el uniforme algo de esa forma de ser, se transmite a la persona. Alguna vez les he comentado que el piloto ha de tener dos cualidades muy bien ordenadas y ajustadas a su profesión: la humildad y la soberbia. La soberbia es fundamental para no dejar que las circunstancias le desvíen de la meta que se ha puesto y pueda llevar al avión a donde quiere. Y por otro lado ha de ser muy humilde para poder superar rápidamente los efectos del fracaso y el error cuando las circunstancias vencen momentáneamente, poder superarlas y de nuevo reconducir la situación hacia donde el piloto quiere.
Un ejemplo claro lo tenemos aquí mismo: esta turbulencia es un escollo que tenemos que superar, y a pesar de que previamente ya cambiamos un poco la ruta para evitar que nos afectara la turbulencia, aquí estamos y no podemos sentarnos a esperar a que pase. Ya hemos cambiado de nivel tres veces, hemos cambiado la velocidad también, y por supuesto hemos cambiado el rumbo también para evitar entrar en alguna de las células nubosas.
Esto es así, quizás hoy lo haga mi compañero en su labor de entrenamiento como comandante, pero yo actuaría igual. Para nosotros no hay otra opción que llegar a nuestro objetivo. En el medio en que nos movemos, las cosas pasan muy rápidamente y estamos entrenados para que de una manera rápida estudiar y tener en cuenta todos los factores para tomar una decisión final a la que normalmente nos fijamos y convertimos en meta. A partir de ahí es solo cuestión de buscar las herramientas para completarla y a por otra cosa.
Por supuesto que hay otras opciones y hay que tenerlas en cuenta. La humildad es la que nos hace recordar que es momento de tener en cuenta las opiniones de otras personas y son muchas las veces en las que en el día a día optamos por la alternativa de otra persona y dejamos la nuestra de lado.
No creo que sea “ego elevado”, creo que es una actitud vital sobrevenida por la estructura mental que nos da el entrenamiento, la formación aeronáutica y sobre todo la experiencia con el curso de los años.
Y con tanto reflexionar, ya estamos de nuevo a nivel 390, saliendo de la zona de turbulencia y de nuevo alcanzando Mach 0.80. Se mantiene la hora estimada de llegada a Madrid y las previsiones de consumo de combustible dentro de los parámetros correctos.
Quizás hoy me he enrollado más de lo normal, pero creo que el factor humano es muy importante en esta profesión y es interesante compartir con ustedes estos detalles.
Muchas gracias una vez más por volar con nosotros hoy y espero volver a verles de nuevo a bordo


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