Buenas noches señores pasajeros… aunque realmente habría que decir buenos días.
Entre una bruma leve y algunos cirros muy altos, empieza a aparecer la línea del horizonte diferenciada entre la noche y un breve ocre del amanecer.
Acabo de regresar de mi tiempo de descanso. Hoy somos 4 en la tripulación y el compañero con quien debo compartir espacio en las literas es casi más grande que yo de estatura, así que hemos estado algo más tiempo de lo normal para instalarnos y para salir ya que no hay mucho espacio para cambiarnos de ropa.
Llevamos 5 horas de vuelo y no hemos notado nada de turbulencia desde que nos fuimos a descansar. Tan solo tuvimos esa media hora al principio del vuelo cuando nada más despegar estuvimos dando un amplio rodeo para sortear aquella inmensa y poderosa tormenta que estaba entrando sobre El Salvador. Tenía unas ciento y pocas millas de diámetro y probablemente una altura que superaba los 40 mil pies, aunque lo realmente llamativo era su actividad eléctrica frenética que durante la noche nos deleitó con un espectáculo de luces impresionante. Los relámpagos se veían como llamaradas dentro de la nube que la iluminaban en parte, mientras que por otro lado algún rayo salía de la nube hacia otra arruga de la gran tormenta. Sin parar en un constante goteo de fuerza natural de magnitud desproporcionada e inmedible a simple vista.
Es en el Caribe, y esta zona entre trópicos el área donde más actividad tormentosa nos solemos encontrar en nuestros vuelos.
En Europa tan solo nos enfrentamos a estas situaciones en el verano y en el Mediterráneo, cuando se dan esas “gotas frías” famosas, pero son las hermanas pequeñas de estas caribeñas. Siempre que me enfrento a una de ellas, pienso en los compañeros y pasajeros que vuelan en estas zonas con aviones más pequeños sufriendo estas turbulencias y condiciones meteorológicas. Al fin y al cabo nosotros vamos con un gran pájaro que se ve menos afectado por las turbulencias por su tamaño y dimensiones, e igualmente nuestra política de trabajo nos hace ser más conservadores y siempre llevar mucho margen para los desvíos, mientras que los que operan por aquí han de llegar a sus destinos que suelen estar ahí debajo.
Tras dar aquel sorteo nosotros dos nos fuimos a descansar y no nos hemos enterado de nada más mientras nuestros compañeros han seguido con la atención del vuelo hasta ahora que amanece. Ustedes habrán cenado e imagino que serán pocos los que a estas horas aún están viendo alguna película o leyendo, ya que va todo el avión en penumbra y duermen.
Recientemente hemos asistido en las noticias a la desagradable imagen de un avión que ha tenido que regresar a la base porque, transcurridas algunas horas de vuelo, un fallo técnico hizo que la tripulación decidiera regresar en vez de seguir al destino. Para empezar la falla,obviamente, no suponía un peligro inminente para el avión ni la operación ya que estaba volando y regresó tras otras dos o tres horas más de vuelo sin problema. Igualmente podría haber seguido al destino al otro lado del Atlántico, pero decidieron regresar a la base donde podrían atender la falla y ofrecer a los pasajeros la atención que fuera necesaria, entre otras cosas un avión listo para seguir al destino. Quizás el seguir en aquellas condiciones habría supuesto que los pasajeros que esperaban allá para volver a Madrid, tuviesen que esperar varios días a que otro avión llegara allí con repuestos y personal para arreglarlo.
Estas decisiones se toman consensuadamente entre la tripulación y los gestores de la operación de la compañía. No se toman a la ligera y se consideran no solo los costes, sino la comodidad de los clientes y la seguridad principalmente . En resumidas cuentas, una decisión ante una situación de este calibre no es agradable para los pasajeros ya que ven sus planes de viaje trastocados, pero es que tampoco lo es para los tripulantes por la misma razón, ni para la propia compañía que tiene que asumir unos costes no esperados muy altos normalmente.
La avería en cuestión no era del todo tal. Parece ser que un sensor de posición de una superficie de mando de vuelo fallaba intermitentemente. Cuando el avión detectó la “avería”, informó a la tripulación y vía satélite mandó informes a los hangares para que los ingenieros supieran que pasaba. Una vez se decide regresar y para aligerar peso descienden aumentando así el gasto de combustible. Ya cerca de Madrid, han de hacer algunas esperas sobre Toledo para reducir ese peso hasta un valor que sea inferior al peso máximo certificado por el fabricante para aterrizaje. Todo esto con la inestimable ayuda y cooperación de los controladores que, dadas las circunstancias, ofrecen las mejores opciones a la tripulación.
Aterrizaron y, en menos de dos horas, el avión estaba listo para salir de nuevo a volar. Los estaban esperando con el equipo humano y material para arreglar la falla del sensor y posteriormente hacer unas pruebas para así recuperar parte del retraso de la operación.
Puede parecer algo complicado, peligroso o que no debiera ocurrir; pero estamos trabajando con unas máquinas que siendo fantásticas y tecnológicamente muy avanzadas, siguen siendo máquinas que fallan y se rompen de manera inesperada. Gracias a la experiencia adquirida con los años, hoy tenemos sistemas de supervisión y sustitutivos ( yo lo llamo planes “B” ) que hacen de la operación de vuelo algo muy muy seguro.
La otra opción es que hubiesen seguido al destino, y después de cruzarse el Atlántico, al ir a usar esas superficies de control, se hubiesen dado cuenta de que estaba rota o funcionando mal.. Mejor prevenir que curar.
Ya está el Sol bastante más alto y la luz lo baña todo. Gafas de Sol y ya empezamos a oír al controlador de Lisboa, se nos está terminando el vuelo. En breve estaremos en casa, sin problemas.
Me he dado un paseo por el avión justo ahora que ya acaban de terminar de desayunar y hoy, como siempre es un día especial, vamos con tres TCP,s que cumplen años. He ido hacia atrás para hablar con el director de una orquesta de chicos que vuelan hacia Milán para dar un concierto. Llevan consigo sus instrumentos de viento y le he preguntado si podrían cantarles un Cumpleaños Feliz a nuestros tres compañeros. No solo ha sido bonito sino emocionante, porque ellos no sabían nada y de repente ven que se arma un pequeño alboroto en el centro del avión, con muchos pasajeros que sacan sus trompetas y trombones. El resto de pasajeros se ha unido a la canción acabando y todos aplaudiendo. ¡Ha sido precioso!
Mientras esto ocurría y tres de nosotros estaban muy sonrojados, los otros tres pilotos estaban en la cabina a cargo del vuelo.
Muchas gracias una vez más y ¡Bienvenidos a España!


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