Buenas tardes señores pasajeros.

Hace una hora escasa recibíamos una llamada del control de Montevideo previo al despegue para que una vez en el aire volásemos un rumbo. Hasta aquí todo normal, pero lo bonito de este rumbo distinto al que teníamos planeado, es que hemos podido ir por toda la costa hacia Punta del Este mientras ascendíamos, y cuando estuvimos libre del otro avión que nos afectaba, nos mandaron directos a un punto de nuestra ruta que ya nos llevaba casi directos hacia el sur de Brasil.

Quizás los virajes nada más despegar puedan sorprender a veces, pero hoy ha merecido la pena. Casualidades de estas gestionadas tan bien por los compañeros controladores,  hacen que algunos vuelos sean más especiales de lo que ya de por si tiene de único esta labor.

Ahora ya vamos al oeste de Curitiba en rumbo hacia Bauru al oeste de São Paulo, seguiremos subiendo por el medio de Brasil para abandonar el continente sobre la ciudad de Cruz, y así entraremos en el Atlántico lejos de la zona de afección del Frente Intertropical.  Todo por ahorrarles esas incomodas turbulencias que tanto evitamos.

A unos 10 kms sobre el verde mar que es este país, se suceden las ciudades, ríos y zonas cultivadas. Pequeñas nubes como bolas de algodón están diseminadas por todo lo que vemos hasta el horizonte. Están lo suficientemente separadas como para dejar que la luz del Sol entre y caliente estas tierras tan fértiles.

Cuando en Europa son las 8 de la noche y en muchos países están ya preparando la  cena, aquí son las 3 de la tarde y aún queda mucho día por vivir. El Sol aún está en la vertical y no calienta bastante, tanto allá abajo como a través de mi ventanilla.

Viento en popa y a toda vela como dice el poema, aquí estamos sobrevolando este inmenso país y si no fuera por el pasar del paisaje, pareciera que no nos movemos de tan calmada que está la atmósfera… y esto me recuerda una de las preguntas más reiteradas por los pasajeros.. ¿Qué son las tan temidas turbulencias?

Imaginemos un pequeño bote en el que dos enamorados disfrutan de una tarde de paseo en el lago del parque. El agua no se mueve y ellos están rodeados de una calma total mientras avanzan al ritmo de los remos. De repente,  aparece una moto acuática a gran velocidad conducida por un joven que pasa a una distancia prudencial para no mojar a esta pareja. A priori ellos no sienten nada, pero la ola de la estela de la moto acuática se acerca por babor y pasados unos segundos choca con el bote. Nuestros enamorados se aferran al borde de su pequeño bote para evitar caer al agua por las sacudidas.

Ahora imaginemos que vamos en un gran crucero por el Mediterráneo y ocurre lo mismo pero en esta ocasión son las olas del mar las que nos mueven. El efecto es el mismo y las causas en cierta medida son las mismas: un objeto que flota sobre un fluido se ve sacudido por una ola. El efecto sobre los pasajeros siempre dependerá de la relación entre el tamaño de la embarcación y la fuerza o potencia de la ola.

En el aire es igual pero con algunas diferencias. El fluido es el aire y este es transparente, así que las olas no se ven ni se puede medir su intensidad a simple vista. El objeto que flota es un avión y dentro vamos nosotros, cuanto mayor es el tamaño del avión más grande ha de ser la fuerza de la ola para afectarnos.

Cuando el avión se ve sacudido por turbulencia es porque su trayectoria se ha cruzado con una de esas olas. Mucho dinero y tiempo se ha invertido en el estudio de estos fenómenos atmosféricos, para facilitar su detención y así evitarlos. Las herramientas antes del vuelo están a nuestra disposición y evitamos planificar rutas en esas zonas. Una vez en vuelo también tenemos maneras de prevenirnos ante ellas: tenemos el radar meteorológico, observamos la forma que presentan las nubes, los cambios en la intensidad y rumbo del viento, la separación con la aeronave precedente, la orografía del terreno, etc. Hay muchas herramientas a nuestro favor y que a lo largo de los años vamos puliendo y desarrollando en nuestro hacer profesional que nos ayudan mucho en esta labor de buscar el mejor camino al destino: siempre observando.

Obviamente este sistema no es infalible y por eso aquí estamos siempre atentos ya que la meteorología es cambiante y lo que ahora es de una forma, quizás dentro de un rato ya no.

Por ahora nos rodea la calma y ya estamos con control de Recife. En breve entraremos en el Atlántico y nos acaban de dar la autorización para el cruce. A razón de este fenómeno y esta, espero aclaratoria explicación, nos preguntamos qué capacidad de absorber estas turbulencias tiene el avión y/o nosotros los pilotos. El avión desde su diseño nace bajo unas premisas de parámetros de altísima tolerancia y margen de flexibilidad estructural para aceptar estos y otros fenómenos. Igualmente hay protocolos para revisar y monitorizar el daño o efecto que a lo largo de las horas de vuelo van padeciendo sus componentes, así como la reposición de todos los componentes del avión según van cumpliendo horas de vuelo. Técnicamente el avión es el fruto de muchos años de estudio y supervisión por parte de los ingenieros aeronáuticos, los operadores y el personal de mantenimiento, y cuando llegan ustedes a bordo estamos ante una máquina perfectamente probada y demostrada como segura y eficaz.

En cuanto a los pilotos, nuestro margen de aguante es superior al de cualquier pasajero dada la experiencia que tenemos a nuestras espaldas, y porque sabemos cómo reacciona nuestro avión. Pero eso no quita que sea algo que sentimos como desagradable e incómodo para todos nuestros pasajeros y por eso hacemos todo lo posible para evitarlas o minimizar sus efectos.
Todo va según planificado. Madrid nos espera con un día espléndido y una temperatura máxima de 36ºC. Creo que llegamos antes de hora, así que disfruten del tiempo que nos queda a bordo de nuestro “pequeño bote”.

Muchas gracias y hasta el próximo vuelo.