Muy buenas tardes señores pasajeros.

Parece mentira, pero aquí estamos de nuevo: casi 11 kilómetros sobre el océano en calma allá abajo, el Sol en la proa del avión, y recorriendo unos 14 kilómetros por minuto sobre nuestras alas de aluminio.

La luz lo envuelve todo, esta implacable luz que todo lo cubre y no deja que nuestros ojos descansen. Las gafas de sol son casi obligatorias aquí arriba. El azul del cielo es eterno, es constante, dulce, suave… 

¡Qué suerte tenemos…!, estamos volando de nuevo.

Han pasado varios meses desde nuestro último vuelo juntos, aunque yo he volado en alguna ocasión pero para hacer algún trayecto de carga. Lo de volar con ustedes siempre es más placentero porque su compañía es muy grata.

Los sistemas informáticos del avión nos dicen que ahora es óptimo que ascendamos hasta nivel de vuelo 380. Lo hemos solicitado a control de New York y estamos ya subiendo hacia 11 kilómetros y medio sobre el mar, que ahora se ve despejado de nubes y parece un grandísimo espejo.

Al mirar por la ventanilla veo mi cara reflejada en el cristal y me sorprende lo poco que he cambiado desde aquellos mis primeros vuelos en el Boeing 727 hace ya algo más de dos décadas… ¡O al menos eso es lo que me parece!.  Quizá siga siendo el mismo, pero el cristal me devuelve la imagen de un señor mayor que ahora ostenta un cargo de responsabilidad haciendo lo que más le gusta en este mundo.

Como en todos los vuelos nuestros, siempre hay alguna anécdota que hace que este sea especial, y hoy hay muchas de esos detalles 

Justo tras nuestro despegue de Madrid iba otro tráfico en una ruta muy parecida a la nuestra, pero iba más ligero que nosotros con lo que ascendió más rápido que nosotros y su primer nivel de vuelo era el inmediatamente superior al nuestro. Una vez sobre Portugal comenzó a acercarse desde detrás y casi hasta  el meridiano 40 oeste, estuvo volando nuestra misma ruta. Han sido varias horas en las que, después de adelantarnos, nos ha ido mostrando un espectáculo de estelas maravilloso. Seguro que los conspiracionistas pensarán que son los “famosos chermtrails”, pero tan solo son estelas porque la atmósfera estaba bastante fresquita (-58C).

Me sonrío mientras miro a las butacas de la cabina… ¡Si estas butacas hablasen…! La de conversaciones que han presenciado, las interminables horas de cruces del Atlántico, de día y de noche, en todas las condiciones meteorológicas conocidas, las Auroras Boreales… Los temores de los pilotos noveles, el poso de los mayores… Las Navidades y Fines de Año que han vivido en vuelo. Las decisiones que se han tomado sobre ellas: aterrizar o no, cambiar rumbos de vidas, sueños de amor y soluciones a tragedias. Las puestas de Sol y los amaneceres que han presenciado, los libros que se han leído y las canciones que se han escrito aquí. Los hijos que han nacido lejos de sus ocupantes, las alegrías compartidas, las noticias recibidas…

…¡Ay, si estas butacas hablasen!..  la cantidad de vidas que han pasado por ellas.

Volvemos a volar… Aquí seguimos en curso a América llevando sueños e historias de un lado del mundo al otro. Cuando estoy en tierra, siempre levanto la vista al cielo al escuchar el lejano ruido de un avión, o al ver alguna estela… y si… volvemos a volar. Poco a poco la aviación va retomando el pulso y su actividad imprescindible para que el mundo siga con su actividad propia del siglo XXI.

Gracias una vez más por volar con nosotros y, como siempre, les deseamos una feliz estancia y volver a verles de nuevo a bordo.