Muy buenas noches señores pasajeros y bienvenidos a bordo de este nuestro nuevo y flamante avión.

Estamos en estos momentos abandonando el Golfo de México sobre la costa norteaméricana mientras vemos ya las luces de Nueva Orleans delante del avión,  en esta oscura noche de verano. Atrás quedaron las fuertes tormentas que nos rodearon durante las primeras fases del despegue y hasta hace unos minutos cuando contactamos con Houston.

Esta está siendo una rotación de primeras ocasiones. Ha sido mi primer vuelo a México en el A350, mi primera vez en la pista 23,  la primera vez que vuelo el avión bajo una fuerte precipitación de agua, y la primera vez que nos cae un rayo en este modelo de avión. No está nada mal para un día cualquiera.

La aproximación de ayer me demostró todo lo que había leído hoy y que recordaba que le pasaba también al A340 en este tipo de aeropuertos altos. El aire es mucho más fino que cuando estamos cerca del nivel del mar, y eso se nota en que las velocidades sobre el terreno son más altas, el avión vuela más y cuesta frenarlo un poco más, así que hay que adelantarse y prevenir las diferentes reacciones del avión y sus inercias.

Yo ya he volado cientos de veces a México cuando veníamos con el A340 y yo era un copiloto, pero recientemente han cambiado todas las rutas de entrada y salidas al aeropuerto, así que aunque conocía la zona, ayer había un factor nuevo bastante importante. Un par de horas antes del aterrizaje ya había repasado toda la documentación al respecto y tenía en mente todas las opciones. Una vez ya en faena y cerca del aeropuerto, las tormentas nos impedían seguir la ruta planeada, con lo que teníamos que ir ajustando el descenso a las áreas por donde nos desviábamos manteniendo márgenes de seguridad con el terreno, las nubes y los otros aviones. Nos seguía un carguero de Luxemburgo.

La gran ayuda de los controladores nos llevó a poder reajustar todo cuando, – al cambiar el viento en tierra – , ya no íbamos a aterrizar en la pista planificada sino en la contraria. Este avión es una maravilla y hace que este tipo de situaciones sean casi pan comido. En breves minutos dimos un giro de 360 grados y perdimos la suficiente altura para estar alineados con la pista sin mayor problema.

Pero hoy al alinear la pista 05 antes del despegue, vimos como en el radar había una zona bastante roja al otro lado, y a través de las ventanillas todo era gris y llovía. Se veía muy feo. Podríamos habernos sentado allí a esperar a que la cosa pasase, pero mejor recalculamos los datos de despegue con pista mojada y ajustamos para máxima potencia. Aún así no despegamos hasta que lo peor de la tormenta se hubo desplazado al sur y fuera de nuestra trayectoria inicial. Fueron solo unos minutos en los que vimos como la precipitación se desplazaba y el centro de la tormenta en el radar se movía fuera de nuestro camino.

Una vez en el aire nos sorprendió cómo estaba todo mucho mejor de lo anticipado, aunque siempre es mejor prevenir que curar, como dice el refrán. Lo cierto es que a pesar de esta mejoría a unos 13000 pies y entre nubes, vi cómo un pequeño rayo caía frente al morro del avión, y me dio tiempo de cerrar los ojos un segundo en previsión de que nos diera a nosotros, y nos dió , justo en los pies de mi lado. El avión inmediatamente pone todas las luces de cabina en máxima potencia para ayudar en la recuperación del deslumbramiento que suele ocurrir al caer un rayo.

El sonido es estremecedor, y aunque nosotros estamos acostumbrados, se que ustedes ahí detrás lo pasan mal y por eso quiero transmitirles estas palabras de confianza en el avión, su diseño y en nuestro entrenamiento. Esto, aunque muy vistoso y llamativo, es algo a lo que estamos acostumbrados y entrenados con lo cual, si nosotros no nos preocupamos, ustedes tampoco deberían. Al llegar a destino los compañeros de mantenimiento revisaran y completaran los protocolos dictados por el fabricante para poder dejar el avión serviciable para el siguiente destino.

La electricidad del rayo no entra dentro del avión ya que gracias a un efecto conocido como «La Jaula de Farady», la energía se desplaza por la superficie del avión hacia atrás y sale por la punta de las alas y la cola donde hay unos descargadores de electricidad estática que ayudan a la salida de esta fuerte carga eléctrica. Nuca entra dentro de la célula donde estamos ustedes y nosotros, así que a pesar de lo aparatoso que es no revierte ningún peligro para nosotros ni los equipos del avión.

Ya Atlanta está a nuestra izquierda, en breve Charlotte en Carolina del Norte, Washington DC, New Jersey, Cape Cod y dejando la península de Nueva Escocia a nuestra izquierda comenzaremos el largo cruce del Atlántico hacia Santiago de Compostela.

Parece mentira lo fácil que es enumerar esas ciudades pero al ponerlas en un mapa mental uno se da cuenta de lo grande del acto. Hoy será un breve cruce, porque aprovechando el viento en cola y la alta velocidad de este avión, tardaremos tan solo 9 horas y cuarto en recorrer los 8 mil kilómetros de la ruta. Llegaremos una hora y media antes de hora a Madrid donde nos espera un precioso día de Sol y 32 grados centígrados.

Así que por ahora disfruten del viaje, las vistas que son muchas y variadas a pesar de la noche, y descansen.

Muchas gracias y hasta la próxima vez.