Muy buenas tardes señores pasajeros
Manteniendo 40 mil pies sobre Brasilia, el Sol se pone a nuestra derecha sobre Paraguay mientras sobrevolamos infinitas hectáreas de tierras cultivadas y algunas zonas montañosas.
Las pocas nubes que allá abajo flotan, ya tienen ese color rojizo del atardecer que nos está avisando que se acerca la noche. En unas dos horas comenzaremos el descenso a Buenos Aires sobre espacio uruguayo, comenzaremos a hablar en español con ese tan bonito acento y musicalidad de estos dos grandes países hermanos.
Estamos aún en la tercera semana de este mes y parece que no se va a terminar. Comenzamos junio con unos 7 días de descanso que me hacían falta, tras llegar de un fin de mes anterior bastante cargado de vuelos. Fuimos a Israel y al regreso tuve un fin de semana libre que aproveché para hacer un poco de turismo por carretera disfrutando de las fiestas casi veraniegas en los pueblos cercanos.
A la vuelta, un viaje a Barcelona para de allí salir hacia Los Ángeles (con sus 9 horas de cambio horario) y regresar, ya pasado mitad de mes, el día 17. Entre la llegada de ese vuelo y un curso de refresco tenía programados 4 días de descanso, pero recibí en Los Ángeles el aviso de que un familiar muy cercano había sufrido un percance y estaba hospitalizado. Así que he pasado esos 4 días pasando el día en el hospital y durmiendo en casa de mi hermana, lejos de la mía.
Regresé la noche del martes a Madrid, el miércoles curso de refresco y hoy jueves aquí estamos, a escasas horas de llegar a Buenos Aires. Unas 24 horas allí y regreso a Madrid. Por fin volveré a casa tras 12 días sin dormir en mi cama, para 72 horas después regresar a Madrid y volar de nuevo, pero esta vez a Montevideo donde tengo unos amigos entrañables y a los que no veo desde hace años por la dichosa pandemia y me hace mucha ilusión regresar.
A veces me pregunto cómo aguantamos esta vida en constante cambio, esta no rutina, este ritmo de cambios horarios, la falta de sueño, el estar tanto tiempo fuera de casa, el no dormir en mi cama. Cómo mantenemos la cordura, el nivel de profesionalidad, la búsqueda de la excelencia, cómo superamos la distancia de la familia, etc.
Hoy en día han convenido en llamar a esto la famosa “resiliencia”, pero lo cierto es que no es fácil mantener la cabeza ordenada en compartimentos y dedicarle a cada momento la atención que se merece. Tener muy claro qué es lo que se está haciendo en cada momento, buscar las herramientas para conservar la concentración en lo que se hace, mantener una exquisita y buena salud del sueño y la alimentación es fundamental para no entrar en una espiral autodestructiva que puede tener consecuencias nefastas para nuestras cabezas.
Tener una meta es muy importante, una luz al final del túnel: en Julio tengo vacaciones y me voy con casi toda la familia en un viaje que hace años llevamos deseando hacer, pero por una causa o por otra nunca pudimos realizar. Esta año si que vamos y será maravilloso.
Pero…. no tanto como cuando a final del mes que viene superaré mi nivel de “comandatura” cuando un pequeño príncipe venga a nuestras vidas y me empiecen a llamar abuelo. Los años no pasan en balde, y aunque joven, me ha llegado la hora del upgrade.
Así que a pesar de los constantes cambios horarios, los problemas del día a día, de los retrasos, los slots, las tormentas, las esperas, los retos profesionales, a pesar de la complejidad de esta vida, merece la pena porque siempre amanece brillante el nuevo día, y siempre hay una nueva ilusión por la que luchar y una nueva duda por resolver y aclarar.
Por la izquierda verán en estos momentos un gran río: es el Paraná y en breve vamos a sobrevolar las cataratas de Iguazú, así que preparen sus cámaras porque por la izquierda del avión tendremos un vista preciosa del salto de agua donde se juntan los 3 países. A partir de ahí ya todo es cuesta abajo pasando un poco por espacio aéreo de Resistencia, después Durazno y finalmente el Palomar y Ezeiza.
No está nada mal para acabar estas 12 horas de vuelo desde Madrid, así que hoy el Merlot no lo podemos perdonar ni el paseo por Puerto Madero. Mañana almorzaré con un compañero argentino que vuela el 737 por estas tierras y será muy interesante intercambiar impresiones del cómo las cosas en este mundo aeronáutico son muy parecidas independientemente de la latitud.
Una vez más muchas gracias por usar nuestras alas y espero poder coincidir a bordo la próxima vez que volemos.


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