Buenas tardes señores pasajeros, de nuevo volando a 38 mil pies y sobre los Roques.
Saben ustedes lo mucho que me gusta hacer, de cada ocasión y de cada vuelo, algo especial, único e irrepetible y hoy, lo es. Aquí estamos ya muy cerca de la costa americana de camino a un país fantástico y a un aeropuerto muy emblemático. Perú y su puerta a España que es el Dorado.
Hoy no soy participe de las vistas a las que suelo estar acostumbrado, ya que hoy estoy sentado en la butaca 2D, en el pasillo interior del avión. Un A350 que hoy me ha dado la bienvenida desde el finger con su antifaz y brillante nariz. No sé si a mis compañeros les pasa, pero cuando subo a un avión que ya lo he volado, como pasajero, siento una especie de complicidad y cercanía que no siento cuando voy en alguno que no toqué nunca antes. Quizás es por la simbiosis que surge cada vez que un piloto se sienta allí delante y se pone los atalajes del arnés de seguridad, a partir de ese momento somos una sola ave.
Hace tan solo unos tres días volaba yo a NY, uno de mis aeropuertos preferidos, sino el que más. Kennedy es un aeropuerto que técnicamente no tiene complejidad alguna, quizás las nevadas invernales que crean unos retrasos importantes, pero no hay orografía ni …
Veo desde mi asiento la pantalla de una pasajera que en la 1A está viendo “Sexo en NY” y en una escena ha salido una calle cercana a Broadway donde estuve yo paseando hace tan solo unos días.
Volar a JFK es algo que para los americanos no es nada extraordinario, y estoy seguro que hasta les debe parecer un rollo, pero para los que vamos tan poco es (al menos para mí), acudir a la Formula 1 de la aviación. Allí se oyen por la radio a todas las grandes compañías del planeta, los controladores son muy buenos, de los mejores, y hay una aproximación que es única.
Recuerdo volar con mis padres cuando era niño por primera vez a New York, y fue aquella la primera vez que subí a un Jumbo. Recuerdo el tamaño, la sensación de amplitud y sobre todo el silencio en vuelo. También recuerdo ver a aquellos pilotos con mucho respeto y cierta admiración desde el punto de vista de un niño, que nos llevaron en aquel mi primer vuelo transatlántico.
Con el tiempo aprendí que aquellos señores eran mi meta profesional, y aunque eso significaría que yo estaría llegando a una edad muy lejana para mí en aquellos mis primeros años de la aviación, merecería la pena. Y esa meta creo que ya me ha llegado.
Hoy ya tengo un poco más de edad, a punto de ser abuelo, sentándome de vez en cuando en el avión más moderno de la flota mundial, con estos colores que tanto significan y de camino a Kennedy. Somos muchos los que tenemos cientos de historias en NY, lugares emblemáticos, restaurantes inolvidables, esquinas, fachadas, iglesias, mil recuerdos… Casi todos buenos, alguno no tanto.
Pero el otro día cuando iba hacia el aeropuerto para hacer ese vuelo, me iba debatiendo en si dejar que mi compañero hiciera el vuelo de ida o no. Finalmente decidí esperar a ver el pronóstico del tiempo para ver si había alguna posibilidad de poder hacer esa aproximación de la que les hablaba anteriormente: la Canarsie.
Con los años ha ido cambiando y hoy es un RNAV a la 13L, que tan solo es una denominación del tipo de procedimiento y de las ayudas que usamos para llevar el avión desde la costa de New Jersey hasta una de las pistas 13, en este caso a la izquierda. Es una aproximación en línea recta con 90 grados hacia la pista, pero en un momento dado pasamos a volar con referencias visuales en el suelo. Son unas luces que están sobre el terreno y los edificios, y nos guían en una amplia curva hacia la cabecera de la pista.
Es una aproximación muy especial para nosotros que venimos de fuera y casi nunca la hacemos. Es crítica porque todo esto ocurre muy cerca del suelo y las azoteas de los edificios. Vamos rodeado de muchos aviones y el margen de error es más justo que en otros aeropuertos donde operamos. Yo lo defino como la F1 de la aviación, allí te sientes piloto de una aeronave rodeado de otros que hacen lo mismo que tu, pero ellos son quienes son y yo solo soy aquel niño de la playa que ha aprendido bastante.
Una vez aterrizas, no se acaba la cosa ya que el constante chit chat de la radio es increíble y el trato de los controladores es envidiable. No se equivocan nunca, son muy comprensivos con las limitaciones y capacidades de cada modelo de avión y los pilotos que vamos dentro. Son controladores muy diferentes a los europeos, ni mejores ni peores simplemente diferentes.
Varios 380, muchos 777´s, todo tipo de aviones y colores a nuestro alrededor, NY nunca defrauda.
Al llegar al despacho de vuelos el pronóstico hablaba de vientos del suroeste, así que le dije a Fernando que me haría yo la ida y él la vuelta. Y efectivamente al llegar tuve el inmenso placer de poder volver a hacerla, y aunque el viento cruzado era bastante fuerte y no pude untar mantequilla en la pista, la sensación de apuntarme otra Canarsie no me la quita nadie.
En aproximadamente unas 3 horas estaremos tomando tierra en Lima, y hoy desde este asiento de pasajero sentía como en la carrera de despegue podía oír de cerca ese rugido que estos Rolls Royce hacen, noté como al subir el tren de aterrizaje la rueda delantera no hace tanto ruido como el que se oye desde la cabina. La reducción de potencia, la retracción de los flaps y las pequeñas pero incómodas turbulencias que generaba el intenso calor que hacía en la Meseta. Al poco de quitar los cinturones la sensación de silencio y aceleración suave mientras seguíamos subiendo era algo que estoy seguro pocos notaban, pero mis “sensores” lo reciben todo.
Esta butaca es muy cómoda, muy cómoda. Con el cansancio acumulado de los últimos meses y estas pasadas semanas, nada más terminar de almorzar he caído dormido unas 5 horas y ciertamente me hacían falta. Me imagino que aunque fuera en los asientos de la clase turista (cosa que me ocurrirá en el vuelo de regreso posiblemente) dormiría igualmente. Esto del jet-lag es algo que no se pasa fácilmente con dormir unas horas. Espero que una vez regrese de este viaje familiar pueda tener una semana para recuperar mis horarios y ritmos circadianos que ahora mismo tengo descontrolados.
Y volviendo a la butaca: es cómoda … pero nada como la que está allí delante…
Ya cruzando los Andes hemos experimentado algo de turbulencia, pero en el descenso nada de nada y como siempre con estas vistas de la cordillera que son increíbles. Lima como siempre cubierta por la niebla del Pacifico.
Virando sobre el mar, oigo los flaps saliendo y a continuación el tren de aterrizaje. Los motores aceleran un poquito y hacen un sonido agudo, diferente al que suelo oír en cabina. El piloto anuncia que el aterrizaje es inminente. Ahora queda esperar y juzgar al compañero, pero no diré nada porque esto lo leen algunos de ellos.
Una pata, la otra, reversas y pata de morro. Frenada fuerte y escucho algo que no suelo oír: los aplausos de los pasajeros.
Ahora suena el motor hidráulico que retrae los flaps. Rodaje lento porque hay que esperar 5 minutos desde que se desactivan las reversas para dar tiempo a que los motores estabilicen sus temperaturas. Esto es cosa de estos RR’s y es un requisito del fabricante.
Desembarcaremos por la puerta 1. Mágicamente ya estamos aquí.
Muchas gracias y hasta nuestro próximo vuelo.


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