Muy buenas noches, señores pasajeros,
Son las 6:47 de la mañana en España, y aquí tan solo es la hora tercera de nuestro vuelo de regreso a Madrid después de unas breves pero muy intensas horas en New York.
Casi por arte de magia acabamos de vivir uno de esos momentos tan especiales de la aviación: cuando estaban ustedes abordando el avión, se puso el Sol sobre Manhattan dejándonos unas preciosas vistas del cielo ocre sobre la línea de edificios del centro de la ciudad y los rascacielos. Una foto preciosa desde este lugar afortunado de estacionamiento.
Nuestro viaje comenzó cuando después de cerrar las puertas en hora y salir del puesto de estacionamiento puntuales, no nos dejaron comenzar el rodaje hacia nuestra pista de despegue porque debíamos dejar pasar a dos tráficos que venían hacia la terminal, y bloquearíamos su entrada en la plataforma, esto nos supuso unos 5 minutos de espera allí.
Pero la cosa se complicó más aún, ya que una vez comenzamos a movernos nos dijeron que éramos el número 28 para despegue. Con dos pistas para despegar y una sola para aterrizar eran muchos aviones de todos los tamaños moviéndose por la rampa. La controladora que estaba en frecuencia hablaba directa, sin dudar nunca y sin perder el nombre de ningún avión. Nos fue llevando hasta situarnos detrás de un A380 asiático y, poco a poco, llegamos a la cabecera de la pista tras 44 minutos desde la suelta de frenos inicial. Siempre nos llama la atención el nivel de concentración que hay que mantener en JFK para estar a la altura de lo que yo llamo “La Fórmula 1” de la aviación.
En previsión de este retraso ya habitual en NY, cargamos un poco más de combustible para el rodaje y rodamos con un solo motor para ahorrar combustible, ruidos y emisiones.
“Iberia 6252 wind calm, clear for take off 04 left, caution with the turbulence”.
Carrera de despegue normal, dentro de lo que es despegar de noche en este aeropuerto, e inmediatamente rumbo al este. Y aquí estamos, horas después, en el meridiano 34 oeste. Llevamos a oscuras desde que se puso el Sol hace horas, pero acaba de despuntar un triangulo blanco frente a nosotros. Ha ido creciendo rápidamente y ahí está, a unos tres dedos sobre el horizonte de unas nubes que ilumina, la Luna. No está llena, tan solo se ve un cuarto decreciente, pero siempre es hermosa.
Y a la vez, por la izquierda del avión, se empieza a vislumbrar la línea del horizonte, no falta mucho para que amanezca. Y todo esto ocurre mientras ustedes, en su gran mayoría, duermen. El radar nos muestra muchas nubes pero están todas por debajo del avión, así que no nos afectarán. Nos quedan 2 horas y 40 minutos para aterrizar, casi como un vuelo a Canarias. Estos vuelos cortos a veces se sienten mucho más cortos de lo que realmente son, pero la sensación de satisfacción al formar parte de estos, sus vuelos, es algo incomparable e irrepetible.

New York nunca defrauda, y uno siempre encuentra algo nuevo que empieza a formar parte ya de la historia personal del visitante. Una esquina, una luz, una sonrisa inesperada y anónima, un puesto de rica comida callejera, un paseo por el Upper East Side. Da igual porque a la vuelta de cada esquina siempre hay algo nuevo e interesante, es New York.
Con cada anochecer y cada amanecer se completa el ciclo del día, un día más o un día menos según lo miremos. El ciclo de la vida pasando ante nuestros ojos disfrutones.
Nos esperan algunas nubes, posibles turbulencias en el descenso y una temperatura de unos 15 grados a esa hora en Madrid. Haremos todo lo posible para evitar las molestas turbulencias como siempre, y ojalá me equivoque pero creo que está complicado evitarlas bien hoy. Buscaremos la autovía de peaje para que no sean muy incómodas.
Lo cierto es que este avión nos permite hacer algo que con los otros no es posible: este modelo, el A350, tiene un techo muy alto. He revisado las cartas de tiempo significativo en ruta y lo que nos afectará en la península ibérica posiblemente esté por debajo de nuestro máximo nivel de vuelo. Como el avión va bastante ligero al ser un vuelo corto, es posible que llegando a la zona de control portuguesa podamos subir hasta nivel 430 y así superar la zona de turbulencia por arriba.

Comenzamos ya el descenso mientras el amanecer se hace más visible dejándonos disfrutar de una mañana fresca y clara sobre Zamora, Ávila y Toledo para finalmente, enfilar la pista de aterrizaje en Madrid. Un día más, un vuelo más, un ciclo más.
De nuevo, gracias por usar nuestras alas, bienvenidos a España y, ahora ya sí, muy buenos días.
Francisco Juan
López Medina


Deja un comentario