Muy buenas tardes, señores pasajeros,
Hoy comenzamos el día con un vuelo largo, hoy nos vamos hasta el Pacífico, a la ciudad de Los Ángeles.
Desde hace unos días he venido recibiendo varios emails de compañeros solicitándome que tenga una especial atención con unos pasajeros que para ellos son personas importantes en sus vidas. Obviamente para nosotros todos son importantes, pero muchas veces un pequeño gesto con, por ejemplo, la novia de un compañero, un amigo íntimo, un conocido que padece de aerofobia o la oportunidad de conocer a un famoso chef que viaja con su mujer, hace que tanto para estos pasajeros especiales como para nosotros, el vuelo sea diferente y especial en alguna medida.
Se ha presentado también a bordo el marido de una compañera azafata que al verme se ha alegrado mucho porque me sigue en las redes y, resulta que el padre de uno de los copilotos también es seguidor ya que es un gran aficionado a la aviación. Todo esto ocurría en la fase del vuelo más alocada y estresante, que es el embarque de los pasajeros, con el constante sonido del reloj diciéndonos que hay que cumplir con la puntualidad.
He de confesar que me sentí muy halagado por las palabras de ellos dos y de los otros recomendados, tanto, que me hicieron sentir algo así como una verdadera estrella del rock. Aunque la realidad es que en el avión son ustedes los verdaderos protagonistas de estas aventuras que son nuestros vuelos entre un lado y el otro de los océanos. Por cierto, precisamente este fin de semana se está celebrando un gran festival de Rock en California, cerca de Los Ángeles, y quién sabe si en el vuelo de regreso traemos a algún asistente.
Tras estos momentos de tensión controlada mientras preparábamos el avión para el vuelo, cerramos puertas y despegamos en hora hacia un cielo maravilloso sobrevolando Ávila, Zamora, y Santiago de Compostela donde iniciamos el largo cruce del Atlántico hacia Terranova y el Labrador en Canadá. Siguiendo hacia Quebec y Ontario, finalmente entraremos en Estados Unidos por Minnesota. Después de Dakota del Sur, Utah y Arizona cruzaremos las Rocosas y para entrar en California y llegar a Los Angeles.
11 horas y diez minutos después del despegue, allí estaremos, llegando con casi una hora de adelanto sobre el horario programado, dado que tenemos una componente de viento medio de tan solo 7 nudos en cara. Estamos en la segunda hora del vuelo que cubre estos 9800 kms hasta LAX y solo tendremos algo de turbulencia dentro de una hora y media, el resto de la ruta, según nuestros informes meteorológicos, es y será muy tranquila. En Los Ángeles nos espera una tarde magnífica y despejada con temperaturas rondando los 25 grados.
Nuestro plan de vuelo estaba planificado para iniciar el cruce del Atlántico a nivel de vuelo 360, pero el control de Shanwick no nos ha dejado subir más que hasta 330. En previsión de esto ya llevábamos algo más de combustible dado que este cambio supone un gasto extra en el total del vuelo de casi mil kilos de combustible. Aún así les hemos enviado varias peticiones de ascenso, pero siempre nos las han denegado porque había otros tráficos que nos afectaban. Y efectivamente nos cruzamos con algunos de ellos.
Ustedes ya han terminado de almorzar y están ahora con los cafés pero hace un ratito, al llegar a la posición 4620N, o lo que es lo mismo, el punto donde se cruza el meridiano 20 Oeste y el paralelo 46 Norte, nuestra información meteorológica ya nos había advertido de que era posible que tuviéramos algo de turbulencia. Esto, unido a que ahora estamos a un nivel más bajo del planificado nos condujo hacia una zona de nubes muy altas y potentes que nos obligaron a poner la luz de cinturones por las turbulencias y a encender los equipos antihielo del avión, ya que a pesar de estar a 10 kms sobre el mar estábamos recibiendo granizo y agua. La temperatura no era muy baja y el viento venía del sur. Durante unos 15 minutos tuvimos que suspender el servicio a bordo para evitar daños personales o materiales. Ya sabemos que son solo incómodas pero no peligrosas.

Una vez entremos en espacio aéreo de Gander (Canadá), solicitaremos subir hasta nivel 380, con lo que el combustible estimado a nuestra llegada subirá a 7.6 toneladas, más que suficiente para esperar sobre el destino y cubrir con todas las reservas oficiales que siempre llevamos, y que hoy es posible que usemos por las nieblas que a veces se meten sobre el aeropuerto desde el mar.
Ahora estamos casi llegando a la cuarta hora del vuelo y ha llegado el momento de cumplir con mi descanso reglamentario mientras los copilotos se encargaran de todo. Parece que hay una regla no escrita que dice que cuando el comandante descansa es cuando más turbulencias hay, pero hoy no se cumplirá, o eso espero.
Ha pasado el tiempo y efectivamente algo se ha movido en mis horas de descanso, pero no fue mucho. Una vez realizado el briefing de relevo en cabina cruzamos a los Estados Unidos desde Canadá. Las vistas sobre Minneapolis son increíbles al norte de Chicago. Los lagos son inmensos y las grandes ciudades son impresionantes, los accidentes geográficos de este gran y gran país nos dejan boquiabiertos y en silencio a ambos en cabina. Constantemente descubrimos algún aeropuerto, cañón, presa, nubes extrañas, carreteras rectas que no parecen ir a ningún sitio y/o pequeñas ciudades que nos hacen preguntarnos sobre quién vive ahí y a que se dedicarán.
Solicitamos subir a nivel de vuelo 400 y con estas mejoras estamos estimando llegar una hora antes a destino. Son las 9 de la noche en España y ya llevamos poco más de 8 horas de vuelo. Necesito otro café.
El sol sigue muy alto dejándonos ver Colorado con sus infinitas explanadas de cultivos de colores diferentes, grandes zonas llenas de placas solares y la división del terreno en cuadrículas que parecen pintadas con regla y cartabón sobre un lienzo que realmente es la Tierra.

Continuamos hacia las Rocosas donde hemos tenido la suerte de ver el aeropuerto de Aspen, que aeronáuticamente es un reto para pilotos y aviones, aunque para el público en general es un punto de ocio invernal muy famoso por sus pistas de esquí. Un poco más adelante vemos la ciudad de Blue Mesa con su alargada forma acabada en la represa que le da nombre y el posterior cañón. El más famoso de todos no lo veremos hoy, pero no lo echaremos de menos ya que hay muchos otros cañones y espacios abiertos que vistos desde aquí parecen la superficie de Marte o el famoso Tatuín de la Guerra de las Galaxias. Todo muy árido y con colores ocres y oxidados.

Al igual que cuando nos acercamos a Kennedy, al llegar al llegar al desierto de Mojave y al Valle de la Muerte, la radio comienza a absorber nuestra atención cada vez más y más, de forma que todo nuestro nivel de concentración vuelve a ser el mismo que en la primera fase del vuelo. Ya tenemos repasadas las diferentes aproximaciones, porque tienen dos pistas de aterrizaje en uso en estos momentos y aún no sabemos cuál será la nuestra. Igualmente ya hemos preparado los cálculos de la llegada, las opciones que tenemos en caso de que pase “algo” y qué “algos” pueden pasar. En caso de frustrada por encima de 2 mil pies, hay que descender hasta 2 mil y una vez sobrevolada la pista, seguir la trayectoria marcada para evitar todo el tráfico ligero que cruza el aeropuerto por encima de esa altitud.
El rodaje es también algo complicado por las numerosas calles de rodaje que están cerradas por obras, y también por el procedimiento especial que tienen aquí para darnos el puesto de aparcamiento.
Operar en Los Ángeles es rodearse de todos los mejores tanto en el vuelo como en tierra ya que las aerolíneas que nos acompañan en estos aires son todas top, y los controladores son muy muy eficientes y ágiles. No creo que nos vean como estrellas del rock, pero dentro de cada uno de nosotros es posible que sí que exista un poquito de vanidad encendida al llegar a esta tan conocida ciudad.
Bienvenidos a los Estados Unidos, a Los Angeles y muchas gracias, una vez más, por usar nuestras alas.


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