Muy buenas tardes, damas y caballeros,
De nuevo nos encontramos disfrutando de esta vida aeronáutica.
Vamos y volvemos siempre en un constante vuelo vital de un lado para otro, sobrevolando todo a gran velocidad y con poco tiempo para saborear los detalles y los pequeños momentos del día a día. Soy consciente de esto y me exijo, no sin dificultad, el que en cada día he de aprovechar los instantes que tengo para desacelerar y frenar, poner los pies en tierra, ver pasar la vida a mi alrededor.
Allá abajo veo ya los verdes colores de la costa venezolana de la península de Paria, con sus calas, playas y nubosidad. La ruta hoy nos lleva desde aquí por la costa hacia el oeste sobre la Guaira, Puerto Cabello y después con rumbo suroeste hacia Barinas y finalmente la frontera colombiana al sur de Cucuta. Para ahorrarnos todo este zig-zag hemos solicitado un directo a el Alto Apure y nos lo han concedido.

Con este directo ahorraremos más de 40 minutos de vuelo y, a nivel de vuelo 400, estaremos lejos de las tormentas más bajas. Aún así tendremos que sortear algunas células ya que es a partir de aquí donde comienza la zona de tormentas potentes que siempre están en estas latitudes cercanas del Amazonas.
Nuestro pronóstico en Quito nos dice que tendremos nubes y tormentas en toda la zona, así que en previsión de tener que esperar, además de las reservas mínimas que siempre llevamos, hemos cargado algo más de combustible por si las moscas. En total y en exceso de los mínimos legales, tendemos para estar sobre Quito unos 25 minutos esperando a que pase la tormenta, en el caso de que fuera necesario .
Recuerdo la cantidad de veces que en el simulador hemos practicado todo tipo de “aventuras” en Quito. Es un aeropuerto de los críticos y por eso forman parte del ‘syllabus’ de entrenamiento en las flotas de largo radio de nuestra empresa. Y este aeropuerto es el moderno, porque hace unos años había otro localizado en otro lugar y muy integrado dentro de la ciudad. Aunque la orografía obviamente no ha cambiado, las trayectorias de aproximación y despegue son en este aeropuerto nuevo menos demandantes para el avión y las tripulaciones. Cuando pensamos en lo crítico que es o no un aeropuerto, pensamos en la combinación avión y aeropuerto ya que no es lo mismo operar con A320 que con un A340-600. Y dentro de los aspectos operativos, la parte más limitativa es el despegue tras un fallo de motor.
Las trayectorias para seguir librando los obstáculos están muy estudiadas y, en lugares como Quito, a veces las condiciones meteorológicas unidas al peso del avión hacen que se puedan vivir momentos más críticos. Cumulonimbos, cizalladura, fuego de motor, tren de aterrizaje que no sube tras el despegue, vueltas rápidas por pasajeros enfermos o avisos de bomba, etc. Todo ese largo y constante entrenamiento nos da una calma y tranquilidad que ahora mismo, aún teniendo todo en cuenta, parece como si esas nubes sobre el Pichincha tan solo sean un pequeño problema contra la puntualidad que nos caracteriza.
En tan solo dos meses, el copiloto que ahora me acompaña entrará en este club que formamos los comandantes. En el fondo todos somos comandantes desde el primer día que ponemos un pie en el avión pero a él ahora ya le ha tocado de manera oficial. Se nos va de la flota de largo a la de corto radio donde comienza una nueva e intensa etapa de muchos vuelos, nuevos destinos, muchos compañeros nuevos y más jóvenes. Pero lo que más va a cambiar serán dos cosas principalmente: una es que ahora todos lo miraran a él como referencia para tomar decisiones y aclarar dudas, y la otra es que va a descubrir una nueva forma de volar, y por volar me refiero al acto físico de volar con libertad.

Hemos tenido que sortear varias copas de algunas tormentas realmente altas que superan los 50 mil pies. Verdaderas columnas de energía de la naturaleza que aun siendo peligrosas, son de una belleza insuperable. Barinas está a nuestra derecha y con muchas nubes por debajo nuestro, el Sol aún brilla fuerte arriba aunque nuestro reloj biológico nos diga que son las 9 de la noche. Acaba de venir la sobrecargo para informarme de algunos datos de la cabina de pasaje y preocuparse por mi constipado. Es una compañera de la época en que volábamos el B727 y con quien tanto con ella y con su marido, comandante jubilado ya, he volado muchas veces. Una excelente profesional y persona que transmite mucha paz y calma. Es un inmenso placer volar con compañeros así.

Son muchas las veces en que pensamos con un romanticismo nostálgico aquellos años en que volábamos con un solo PDC y/o GPS y lo comparamos con estos aviones de hoy en día llenos de pantallas y computadoras que hacen que la interacción con el avión sea tan “moderna, virtual o artificial”. Lo cierto es que cuando a estos aviones las ayudas se les van, nos quedamos simplemente con un avión en nuestras manos. Un avión de bastón y bola, un avión de anemómetro, variómetro y brújula. Una gran avioneta que vuela muy bien y muy rápido. Saber cambiar entre el piloto operador de sistemas al piloto volador es un activo de la formación nuestra que siempre hay que refrescar y mantener activo.

Volando a 12000 metros sobre el nivel del mar, los Andes ecuatorianos nos reciben con unas cumbres que rondan los 5000 metros, ahí están y en nuestro descenso sortearemos ese pasillo conocido como la Avenida de los Volcanes: Chimborazo, Cotacachi, Guagua Pichincha, Tunguragua, etc. Es un espectáculo ver estas montañas, volcanes y valles verdes, nublados, secos y nevados. Qué suerte tenemos de estar aquí, solo espero que ustedes también estén con las ventanas abiertas disfrutando de este único y fantástico escenario que la naturaleza nos ofrece.
Ahora les dejo un ratito y hasta nuestro próximo vuelo. Comenzaremos a preparar la aproximación y aterrizaje en Quito.
Una vez más, y como siempre, muchas gracias por usar nuestras alas y deseamos volver a verles pronto de nuevo a bordo.


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