Muy buenas noches, damas y caballeros,

Hoy la paz de la noche solo se ve rota por los relámpagos que se ven a lo lejos dentro de las grandes células que están en la desembocadura del Amazonas, a muchas millas a nuestra izquierda.
Acabamos de sobrevolar Salvador de Bahía y en unos minutos pasaremos sobre Recife donde iniciaremos el largo cruce del Atlántico hacia el archipiélago de Cabo Verde.
Ustedes acaban de terminar de ser atendidos por nuestra fantástica tripulación auxiliar y estoy convencido que mucho comenzarán a dormir o ver alguna película durante la noche. Nosotros en cambio estamos ya listos para el cruce con el primer café y acabamos de encender la luz de cinturones.
El avión casi no se mueve, pero nuestra documentación nos decía que en la próxima hora es posible que encontremos algo de movimiento asociado al Frente Intertropical al norte de Brasil. Y no solo eso, el avión ha realizado un gesto, imperceptible parra ustedes, pero que nuestro sentidos experimentados nos avisan de que se va a a mover. Es un muy leve y breve descenso seguido de un ascenso de la misma magnitud y en un período de tiempo muy breve, siempre es el preaviso de que algo se acerca.
La relación entre el hombre y la máquina es muy íntima. Todo comienza con muchos estudios y relaciones entre ellos bajo supervisión y siempre cumpliendo el orden de las normas impuestas, pero con el tiempo la relación entre nosotros se vuelve tan cercana que aparece un nuevo lenguaje que hace de la comunicación no verbal y más directa, un nuevo tipo de interacción más íntima y compleja.
Un sonido nuevo, unos motores que cambian de revoluciones, el ruido del viento que se oye diferente, una vibración diferente, todo hace que el piloto experimentado saboree las capacidades de su máquina y disfrute de sus evoluciones en el aire casi sin mirar los instrumentos. Es una relación especial. La siente en su cuerpo.
Y aquí estamos dejando a nuestra izquierda Recife, los cinturones encendidos y un poco de meneo. Llevamos consumidos casi 19 toneladas de combustible, el cual está a 14C, mientras que fuera de nuestras ventanillas el aire nos pasa a -47 grados. Tenemos dos motores, pero buscando la máxima redundancia, los diseñadores del avión han instalado cuatro generadores de electricidad para la operación normal. Estos están funcionando entre el 15 y el 20% de su capacidad cada uno, así que nos podemos imaginar el margen que tenemos antes una posible emergencia eléctrica.

El servicio de control de Brasil es “marginal” dado que sus equipos de radio dejan bastante que desear, pero están instalado un sistema de comunicación llamado CPDLC que ya se usa en muchas otras áreas del planeta, aunque aquí están aún en pruebas porque hoy no funciona en ninguno de los diferentes sectores que hemos sobrevolado desde que despegamos, así que seguimos con las radios de toda la vida. Un placer para los oídos.
Hoy llegamos al avión cuando faltaba tan solo media hora para el despegue, siento mucho este retraso en la salida, aunque llegaremos con bastante menos retraso a Madrid, hoy desgraciadamente es inevitable llegar tarde. Todo ha sido causado por el increíble caos en las carreteras de São Paulo entre el hotel y el aeropuerto: hoy el tráfico fue muy superior al normal.
Acabo de quitar los cinturones, aparentemente no nos moveremos más hasta que estemos al sur de Maspalomas donde hay una corriente de chorro de oeste al este en altura que es posible nos moleste un poco. El espectáculo de luz aquí es algo maravilloso y mágico, parece como si dentro de cada nube y de manera aleatoria alguien encendiera una vela durante un segundo, una detrás de otra en un baile de luces alrededor nuestro. Les garantizo que no entraremos en ninguna de ellas porque están lo suficientemente separadas como para no necesitar acercarnos a ninguna. Así que disfruten del espectáculo por sus ventanillas.
De hecho, estamos ahora mismo poniendo rumbo 040 para evitar meternos en una bastante fuerte, y aún así estamos rodeados de una fina capa que nos genera algo de Fuego de san Telmo en los cristales de cabina.

Ya lo hemos superado y estamos de nuevo con rumbo hacia Fernando de Noronha, un lugar tremendamente especial. Son pequeños movimientos los que hace el avión que son detectados por el instrumento más sensible del avión: el culo del piloto. En la fase de aterrizaje es fundamental tener bien entrenado este sensor, ya que son fracciones de segundo las que separan un buen aterrizaje de “una apertura de una boca de metro en las pistas de medio mundo”.
Ahora mismo no se mueve nada de nada, la oscuridad es absoluta y tan solo las luces de las estrellas nos marcan un poco el horizonte en la lejanía. En unas horas sobrevolaremos Canarias, Ayamonte, Toledo y finalmente llegaremos a Madrid.
Una vez más muchas gracias por usar estas, sus alas.
Bienvenidos a Madrid, “Ben Vindo a Espanha” e bom dia.


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