La aviación vista por un aviador

La famosa ley de murphy

Muy buenas tardes, damas y caballeros.

Parece mentira, pero hoy por fin ya estamos volando. Llevamos, desde que despegamos, casi dos horas de vuelo y en estos 120 minutos,  aquí delante no hemos parado de gestionar recursos y movilizar a muchos compañeros de la empresa.

La finalidad hoy era, y es, llevarlos a México con total comodidad y cumpliendo con un horario preestablecido, pero precisamente hoy ha sido uno de esos días en que los elementos se alinearon para hacernos la vida un poco más difícil. Todo comenzó con una serie de correos que recibí esta mañana en casa informando de que en el vuelo de hoy íbamos a volar con menos auxiliares de vuelo (TCP´s) de lo acostumbrado, pero cumpliendo el mínimo legal para este avión, un A350.

Estamos a casi 11 kilómetros sobre el océano y el espectáculo de luz, nubes bajas y el agua en calma es magnífico. No quiero darles envidia pero estas vistas, para nosotros, son mucho mejores que cualquier otra opción de las que el entretenimiento a bordo les pueda ofrecer.

Pero volviendo al día, una vez llegué al aeropuerto, por alguna razón que desconozco aún, mi tarjeta de empleado para aparcar mi coche se había desconfigurado y estuve bastante tiempo buscando la manera de solucionarlo hasta que finalmente una señorita muy amable por teléfono me ayudó a cómo hacerlo e indicó dónde debía ir para solicitar una nueva. Todo esto con 40 grados de temperatura en Madrid y el reloj en esa cuenta atrás como siempre en busca de la tan apreciada puntualidad que nos caracteriza en esta compañía.

Tras el briefing y despacho del vuelo con los compañeros y el resto de la tripulación, la furgoneta que nos llevaba hasta el avión llegó tarde. Una vez en el avión comenzamos todo el proceso normal de preparación del vuelo pero nos faltaban casi dos toneladas de combustible, la limpieza aún no había acabado y la carga de las comidas tampoco estaba terminada.  

Comenzamos el embarque de los más de 350 pasajeros cuando finalmente llega la “gasolinera rodante” y nos termina de suministrar esas dos toneladas y pico que faltaban de combustible a la vez que los últimos detalles de las comidas se acababan de solventar en el galley trasero. Íbamos un poco con retraso pero yo esperaba cerrar puertas en hora porque el proceso de embarque estaba siendo perfecto. La colaboración del pasaje también se agradece. 

Nos dice el control de Santa María (Azores) que cambiemos de frecuencia, y ahora nos controlan ellos desde la isla en vez de ser Lisboa desde el continente, y, en breve, entraremos ya en el largo cruce del Atlántico. No prevemos turbulencias hasta que lleguemos a las inmediaciones de México, ya que hoy la ruta evita la zona norte del océano donde hay algo más de “meneos”. Por aquí vamos muy bien.

Así que cuando creíamos que saldríamos en hora, veo por la ventanilla de cabina a varias personas corriendo y gesticulando hacia algo debajo de nosotros en la parte delantera del avión. ¿Que habrá pasado?

A los pocos minutos sube la coordinadora (Yolanda, un encanto y muy profesional) y nos cuenta lo que ha pasado: el tractor con el que nos alejan del edificio terminal se ha roto dejando un inmenso charco de líquido hidráulico bajo nosotros. Por suerte el vehículo se ha podido quitar de ahí por sus propios medios y podrán usar otro, no sin antes limpiar el charco. El problema, añadido, es que este líquido es de una viscosidad tal que hace que sea muy resbaladizo y es bastante tóxico y corrosivo, con lo que ha de venir un equipo especial para limpiarlo y retirarlo.

Hoy he aprendido que esa especie de arena que yo siempre había visto en sacos por los aeropuertos del mundo, tiene un nombre especial: se llama Sepiolita y estoy seguro que hay todo un protocolo para su uso en aviación.

Finalmente hemos despegado con 54 minutos de retraso, pero aprovechando los vientos en ruta y que vamos a una velocidad un poco por encima de lo normal, esperamos aterrizar en México en hora, y nuestro propósito es llegar antes si es posible, pero ya veremos.

En aviación, la Ley de Murphy se tiene en cuenta en todo, y se hace todo lo posible para evitar su aplicación de forma que, como hoy y a pesar de todo, consigamos vencer a este señor tan poco bienvenido.

Como siempre una vez más, muchas gracias por usar nuestras alas, disfruten del vuelo y espero volver a verles de nuevo a bordo.

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6 respuestas a “La famosa ley de murphy”

  1. Gracias, Paco. Fantástico vuelo. Sabes, siempre me imagino que algún día en el vuelo a EE.UU. oiré a la sobrecargo decir tu nombre como el Comandante del vuelo y pedirle a ella mandarte un saludo del pasaje Alejandro Mardjanian que tanta admiración y agradeciendo siente por tu brillante trabajo de divulgación de la aviación civil. Abrazo muy grande.

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    1. Será siempre un placer saludarte. Muchas gracias

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  2. Muchas gracias comandante tocayo. No te imaginas el efecto positivo que generan tus conocimientos y comentarios, siempre positivos, de las digamos desgracias que nos narras de tus experiencias digamos «negativas» en tus vuelos y que al fin y al cabo son normales en cualquier vida de cualquier persona. Debes ser una persona, un tipo, muy muy positivo y es un verdadero placer seguirte, a pesar de que «odio» volar…mis mejores deseos para ti en lo profesional y personal. Siempre es un placer «viajar» contigo. Cuídate

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  3. Avatar de Juan Pablo Panozzo
    Juan Pablo Panozzo

    Buenas tardes Cmdte, un placer leerlo siempre y en especial lo ilustrativo de sus narraciones, de los vuelos. Coincido, esas vistas desde el cockpit, son muchísimo más placenteras que el entretenimiento a bordo; ojalá en algún momento incorporen en el monitor de entretenimiento vistas externas con cámaras del propio avión, sería una buena manera de disfrutar también claro está.

    Gracias, una vez más por compartir su vuelo y sus enseñanzas, yo desconocía el nombre de la «arena». Buen vuelo y hasta la próxima..!!! Saludos cordiales.

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  4. Avatar de Armando de la Cruz
    Armando de la Cruz

    Buenas tardes Comandante, ¿Cómo está? Leyendo su relato me estaba riendo porque recordaba uno anterior (Vamonos a volar, creo recordar) donde hablábamos de las cámaras ocultas, recuerda? Jajaja.

    Relatos como éste nos ayudan a entender por qué pueden producirse retrasos y no estar «despotricando» en la cola de embarque contra la compañía. Hay muchos factores ajenos a ustedes y relatos como éste ayudarán a mirar con otros ojos por qué, a veces, no salimos en hora.

    Un abrazo desde Tenerife

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