Muy buenos días señores pasajeros. 

Hace unos minutos que ya ha amanecido un nuevo día en el océano, aquí arriba. 

Tal como les decía al salir de Bogotá, la zona donde nos moveríamos un poco ya la hemos superado y el resto del vuelo será muy tranquilo.

El radar lleva un buen rato bastante activo mostrándonos todo tipo de colores y formas extrañas, pero todas por debajo de nuestro nivel de vuelo, que ahora mismo es de 41 mil pies, 12 kilómetros sobre el nivel del mar, y manteniendo unos 900 kms/h aprovechando una fuerte corriente que nos empuja hacia Lisboa. El consumo es de 80kgs por minuto, y eso es realmente bajo teniendo en cuenta que somos 360 personas a bordo y algunas toneladas de flores en la bodega. No está nada mal.

Tendemos a normalizar esta “anormalidad” que es el cruzarse el Atlántico en unas horas, pero lo cierto es que yo intento ver cada vuelo como algo único. No hay dos ocasiones iguales y siempre hay algo que recordar como lo que marca la diferencia y hace de cada vuelo, algo irrepetible.

Hace tan solo unos días, al darles el mensaje de bienvenida a bordo, les daba las gracias por acompañarnos y, en cierta medida, hacer posible aquel vuelo en la Nochebuena. Regresando desde New York ustedes hicieron que aquella pequeña familia que es la tripulación del vuelo compartiera a bordo la celebración del nacimiento del Niño Jesús. Es una noche de reuniones familiares y allí estaban ustedes con nuestra familia, y es una noche de regalos siendo para nosotros el mejor regalo de todos el poder volar de nuevo en estas circunstancias tan malas para la industria y acompañados por ustedes.

Por otro lado, ayer tuvimos un día muy duro para todos. Agotador es la palabra. Todo comenzó como siempre pero al llegar a pie de avión, me comunican que el avión asignado no podríamos volarlo ya que tenía una avería que tardarían mucho en solventar. Finalmente y tras esperar al cambio del equipaje, combustible, catering, y todos los procesos para un vuelo, conseguimos ponernos en marcha con “solo” 1 hora y 10 de retraso.

Retroceso, puesta en marcha y de repente… “PlimPlim”… Al hacer alguna de las transferencias eléctricas el avión nos avisa de que ha sufrido 8 averías y que tenemos sendos equipos fallados. Podríamos completar el vuelo sabiendo que son equipos que tienen varias redundancias y legalmente podríamos irnos para que los arreglaran en Bogotá previo al vuelo de regreso. Aún así, decidimos tras hablar con mantenimiento, que es mejor arreglarlo allí en Madrid. Vuelta al finger y una vez que ponen una escalera suben 3 técnicos de mantenimiento. La seguridad está siempre como gran prioridad.

Tal y como sospechábamos, en unos minutos descubren lo ocurrido y solventan una a una las fallas de equipos. Todo son test y reset de ordenadores. Mientras esto ocurre, repostamos el combustible que hemos consumido en el tiempo que los motores estuvieron en marcha, y aprovechamos para reclamar algunos detalles que catering no había podido traernos en hora anteriormente.

Finalmente salimos con un total de 2 horas y veinte minutos de retraso, pero tras un vuelo muy tranquilo llegamos a Bogotá sin mayor problema. Eso sí, la tripulación llegó al hotel agotada y recuerdo entrar en la habilitación cuando en España eran las 6 de la mañana y llevábamos con el uniforme demasiadas horas.

Muchas veces informé a aquellos pasajeros de la sucesión de los acontecimientos, y pedí mil disculpas a sabiendas que, entre ustedes, hay muchos para los que estas cosas suponen un aumento en sus temores y miedos al volar. Igualmente había muchos pasajeros que tenían vuelos en conexión que estaban preocupados por si llegarían a sus siguientes vuelos. También para ellos había solución porque habíamos avisado para que los estuvieran esperando a la llegada y agilizaran los procesos en El Dorado.

Hay días en que las cosas se complican, pero como ven los márgenes de seguridad se mantienen muy altos y tan solo hay que pagar el peaje de los retrasos, que no era poco.

Hoy, para nuestra alegría, todo va rodado tal como planeado y sin sorpresas. Hoy somos afortunados ya que acompañamos a una de nuestras compañeras TCP, en su último vuelo antes de colgar las alas. Ella ha decidido que ya es el momento de decir adiós a esta etapa de su vida, y para nosotros es un placer y orgullo formar parte de su despedida. Todos nosotros desarrollamos una larga etapa de nuestras vidas en esta “Nuestra Casa”, y la familia que somos los empleados de la compañía marca e imprime carácter.

Todos en nuestro paso por aquí, absorbemos y aprendemos todo lo que los demás han ido dejando a lo largo de los años, al igual que cuando nos vamos dejamos nuestra parte para las generaciones venideras. Siempre es un placer acompañar en estas horas a quien durante tantos años ha sido parte de la familia y ahora nos dice hasta pronto.

Quedan dos horas escasas para llegar a Madrid, y ya el Sol luce alto sobre el blanco manto de nubes que cubre Madeira. Nos acaban de autorizar a mantener cualquier nivel que deseemos entre 410 y 430, así que vamos para 420. Hoy completamos nuestro último vuelo de este 2021, y en unos días celebraremos las famosas 12 campanadas.

Entre otras cosas, si pueden y lo recuerdan, hagan como yo y tengan un momento para recordar a todos aquellos que estarán a bordo de un avión llevando sueños, ilusiones y miles de historias a lo largo y ancho de este puntito azul en el universo.

Una vez más, muchas gracias por usar nuestras alas,espero pudieran disfrutar de nuestro vuelo y , cómo no, volver a verles de nuevo a bordo el año que viene .