Muy buenas tardes, señoras y señores pasajeros,
La infinita puesta de sol sigue ahí llamando la atención de mis curiosos ojos con esa amalgama de ocres, naranjas y rojizos frente al contraste del gris de las nubes allá abajo. Aún nos faltan 3 horas de vuelo para llegar a El Dorado y estamos a nivel 400, unos 12 kilómetros sobre el agua. Entrando en el Caribe al noreste de las Barbados y una vez sobre el continente, cruzaremos toda Venezuela hacia la frontera colombiana en Arauca, Cundinamarca y finalmente Bogotá.
Tras unos días de no poder volar ya que he estado recluido en casa por una enfermedad pulmonar cuya medicación era incompatible con el vuelo, y qué decir del malestar físico y las toses que lo acompañaban, hoy estamos volando por fin. 22 largos días de paciente espera hasta que hoy por fin me he puesto una vez más el uniforme.
Hace años ya estuve mucho más tiempo también de baja en vuelo por una circunstancia parecida pero más grave y, en aquella ocasión, mi temor era si podría o no volver a volar de nuevo. Pero en esta ocasión, aquella desazón no ha existido pero sí que en los últimos días he sentido una cierta desesperación por volver a volar, por regresar aquí arriba con ustedes y ante esta puesta de sol ahí frente a mis ojos. Esta es una de las principales diferencias entre el piloto y el aviador, ya que el no estar volando o con perspectiva de volar produce una sensación de vacío que llega a ser agobiante y desmoralizadora. Son días grises en la vida de un aviador, días de muchas dudas y búsqueda de respuestas. La familia y amigos juegan un papel importante en esos días y momentos grises del vuelo vital.
Normalmente, mi mente entra en modo “avión” durante las horas previas al vuelo, pero tras estar tantos días sin volar, casi sin quererlo y en esta ocasión, me he ido alejando del mundo casi desde la tarde anterior al vuelo para repasar en mi mente todos los aspectos de estos vuelos, las características únicas de Bogotá, el vuelo del A350 y sus diferencias al A330. También he aprovechado para dar un repaso a fondo a toda la documentación que en este casi mes ha cambiado. Ya desde ayer he estado ocupando mi mente en volar, sin dudas, con calma y en el silencio y la tranquilidad de mi casa. Ha sido un acto de reflexión y repaso sobre todo lo que tiene que ver con la operación. Ha sido sin premeditación y casi sin darme cuenta, pero necesario para poder disfrutar de su compañía aquí arriba.
Hoy despegamos de la pista 14 derecha de Madrid justo detrás de otro avión cuyo destino es el mismo, pero de la competencia. Lo adelantamos hace ya bastantes horas, y ahora mismo los oímos en la frecuencia de la radio y calculo que están unos 25 minutos por detrás atrás. No es una carrera, pero es satisfactorio verlos que con su Boeing 787 se quedan atrás.
Al salir de la Península Ibérica nosotros hemos decidido quedarnos bajos, a tan solo nivel de vuelo 330 para evitar una zona de turbulencia de casi dos horas que había en las capas más altas de la atmósfera, para más tarde ascender. Esto nos supuso un gasto extra de combustible que tuvimos en cuenta en Madrid y que añadimos al plan de vuelo.
A pesar del retraso que hemos sufrido en la salida de Barajas porque faltó un pasajero al embarque y tuvimos que buscar su equipaje y bajarlo, estamos estimando llegar a El Dorado con unos 25 minutos de antelación aprovechando los vientos en ruta.
Finalmente, el infinito anochecer nos ha adelantado y ya es de noche cerrada. Las sensaciones son muy buenas y me siento tremendamente afortunado de estar ahora mismo aquí con ustedes a bordo y en tan solo una hora y 40 minutos comenzaremos el descenso sobre los Andes y hacia las luces de Bogotá. Muy posiblemente entraremos en la pista 14 izquierda y ya hicimos los cálculos para el aterrizaje en ambas pistas por si acaso. Los datos son buenos y entramos con amplio margen para la frenada y/o la posible ‘maniobra de frustrada’ sobre la sierra de Montserrate. Como curiosidad, al regresar de mi período de descanso y en el briefing de relevo, entre otras cosas, me han informado que el copiloto que tenía inicialmente asignado el aterrizaje no lo puede hacer ya que no cumple con los requisitos mínimos de sectores y horas de vuelo en el avión como para legalmente aterrizar en una aeropuerto de las características especiales de Bogotá, así que me toca a mí aterrizar.
Nos saldremos de pista por el final para evitar calentar mucho los frenos y de allí al parking. En breve aterrizaremos de nuevo y completaremos un nuevo vuelo. Como les decía antes, en esta ocasión me toca a mí y la sonrisa en mi cara es incontrolable: de nuevo volamos.
Una vez más muchas gracias y, como siempre, espero volver a verles de nuevo a bordo de estas sus alas.
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