Muy buenas tardes, damas y caballeros.
De nuevo estamos disfrutando del blanco más puro que la vista puede vislumbrar: el blanco de las nubes bajo la intensa mirada del Sol de mediodía. Nubes que están allá abajo entre nosotros y la costa sur de la Bahía Goose en el noreste de Canadá.

Después de la pandemia, sin quererlo ni pensarlo, me he dado cuenta que tras haber pasado unos meses de mucha incertidumbre aeronáutica, durante aquellos primeros vuelos adquirí una costumbre, y es que en cada despegue justo antes de aplicar potencia a los motores y ya alineados con la pista, verbalizo una frase en un tono disfrutón y saboreando ese breve último segundo previo: “¡Vámonos a volar!”.
Llevamos ya 8 horas y cinco minutos volando desde que despegamos de Barcelona en nuestro vuelo hacia San Francisco. La zona donde esperábamos algo de turbulencia a niveles altos porque cruzábamos un chorro a la altura del meridiano 40 oeste, finalmente no nos afectó en nada ya que estuvimos bajos en esa zona, a nivel de vuelo 340, donde acertamos con la elección ya que no había nada de inestabilidad. El resto del vuelo está siendo muy tranquilo, y así esperamos que se mantenga las próximas 4 horas que nos quedan hasta llegar a destino.
Aunque he de confesarles que no ha sido tan apacible como a priori parece. Ya para llegar a las oficinas de la compañía en el Prat ha sido como una yincana de obstáculos, que si no es porque una de las TCP´s que nos acompaña hoy se lo sabe, aún estábamos en la terminal perdidos como Tom Hanks.
Después cuando estábamos en el avión y, antes de que llegasen ustedes, descubrimos que la puerta de un lavabo se había caído, así que tuvimos que esperar a que el personal de mantenimiento lo arreglara previo al ingreso de los pasajeros a bordo, lo que inevitablemente afectaba a la puntualidad aunque finalmente conseguimos salir casi en hora y estamos estimando llegar unos 40 minutos antes de la hora programada de llegada.
Una vez en el aire, al poco del despegue, casi alcanzando nuestro primer nivel de vuelo y en las inmediaciones de Logroño, nos llaman de la parte de atrás del avión para informarnos de que una pasajera estaba vomitando y con problemas para comunicarse. Aparentemente el alcohol y alguna pastilla nos ha brindado con un asiento y un lavabo decorado con su último almuerzo.
Decidimos continuar porque la situación, ciertamente muy vistosa, estaba controlada y aunque pasado algún tiempo volvió a repetirse, los compañeros de la parte de atrás manejaron el episodio con mucha profesionalidad y discreción. El pasar de las horas me llevó al momento en que uno de los copilotos me hizo el relevo en cabina y me fui a descansar.
En mitad de mi periodo de descanso me levanté al cuarto de baño y es cuando fui informado de un nuevo episodio. Hay días en que todo es una aventura por descubrir.
En este caso, una pasajera con problemas de pulmón, operada de cadera y una edad muy avanzada, se había desplomado en el pasillo y desmayado. Llamaron a un médico y la estaban atendiendo en el suelo de galley con oxígeno. Lo primero que hice fue entrar en cabina para ver donde estábamos. Como a hora y media del aeropuerto más cercano, y los compañeros tenían ya todo listo por si teníamos que desviarnos. Después me acerqué a ver a los médicos y que me trasmitieran su opinión. Eran dos médicos y dos enfermeras y en pocas palabras me dijeron lo que ellos observaban y el pronóstico era bueno, así que “por ahora” no tendríamos que desviarnos.
Y así volví a la zona de descanso, donde obviamente ya no dormí y tan solo conseguí cerrar los ojos un par de horas más. La adrenalina no me dejaba.
Curiosamente ayer un cuñado mío me decía que él y su mujer en un vuelo por Europa habían vivido una situación de estrés muy alto porque al ir a aterrizar el avión se fue al aire y ellos, ante el desconocimiento, pensaron en qué iba a ser de sus hijas porque ya se veían en las noticias como desaparecidos tras un accidente aéreo.
Un simple Go-around los llevó a pensar en eso. Los pasajeros, ustedes, tienen en mayor o menor medida un respeto importante a esto que para nosotros es una “normalidad”, pero cuando ese respeto se transforma en miedo, en incertidumbre unida a la inseguridad, el pensamiento angustioso de que esto se acaba es muy inmediato.
“El piloto no se atreve aterrizar porque pasa algo malo”.
“Si salgo de esta hago testamento”.
O “Nunca más me subo en un avión”.
Muchas ideas como estas pasan por la cabeza de los pasajeros en estos momentos de estrés, y lo cierto es que, en estas circunstancias, el miedo es el hermano de la ignorancia. Por eso es tan importante la información. Nosotros tenemos una máxima en cuanto a la seguridad, y es que nunca es suficiente, pero aun en el fragor del momento, sabemos que ustedes van ahí detrás y buscamos siempre el momento para informarles de lo que está pasando, nos ponemos en su asiento y sabemos lo que algunas personas padecen cuando las cosas no van como están planeadas.

Una turbulencia inesperada, un aterrizaje frustrado, un desvío sobrevenido, un cambio anómalo… siempre ha de pasar por informarles a ustedes en algún momento, porque no solo son pasajeros o clientes, son sobre todo personas.
Estos días con esta luz son los que justifican la típica imagen del piloto con las gafas oscuras. Las nubes son bajas pero lo cubren todo. Hay muy pocas formaciones verticales y las pocas que hay no son tan altas como para afectar nuestra trayectoria con lo cual el vuelo está siendo muy placentero.
Estamos ya en el estado de Winnipeg desde donde entraremos en un ratito en Estados Unidos sobre el estado de Montana, Idaho, Nevada y finalmente California. Casi 10 mil kilómetros exactamente después aterrizaremos en uno de esos aeropuertos donde se dan aproximaciones paralelas muy bonitas y llamativas que todos hemos visto en los videos de internet, pero que no dejan de ser un reto para nosotros tras haber volado más de 12 horas y habernos cruzado un continente y un océano.

Todo va a salir bien, seguimos volando y eso ya es todo un privilegio para nosotros junto a ustedes.
Una vez más muchas gracias por usar nuestras alas y esperamos volver a verlos en nuestro próximo vuelo.


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